lunes, 23 de noviembre de 2020

Sociópata



[...] muchos quieren lo que no poseen, en especial cuando se es pobre de mentalidad y espíritu: ansían dinero, joyas, propiedades, riqueza y, cuando lo consiguen, buscan el poder, un poder malentendido.

Una vez alcanzado el objetivo, lo filosófico, así como los sueños de bondad y buenas intenciones quedan relegados: los nobles sentimientos desaparecen como por arte de magia, y ese mundo que sirvió como morada cuando no se tuvo nada, deja de existir.

Se idolatran nuevos dioses; se tienen nuevos "amigos", vecinos y muchos, muchos conocidos que coinciden, estúpidamente, en ser dueños de la verdad absoluta.

Esa es la vida de Andrés: un hombre megalómano, sospechoso de asesinar a uno de sus hermanos de sangre cuando ambos eran jóvenes; delito impune porque sus propios padres sobornaron a las autoridades encargadas de la investigación para dar por terminado el caso. ¿Por qué? Quizás nunca se sabrá.

Hoy, años después, Andrés es un sociópata, un hombre miserable y sin escrúpulos que destruye todo lo que toca: lo hace porque se sabe intocable, protegido por la élite conformada por sectarios tan mezquinos como él.

Me pregunto qué sería de Andrés si sus padres lo hubieran denunciado en aquel lejano entonces, y como esa, muchas preguntas que no tendrán respuesta por un acto, para muchos, irresponsable.


Roberto Soria - Iñaki

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Recuerdo sepultado


 

Un otoño más se presentó en el calendario: me había olvidado de su nombre y de su todo. Los recuerdos, como el polvo, cubrían las huellas de un evento anquilosado, lleno de preguntas sin respuesta y un adiós anticipado. Fueron años sin saber de su existencia y sin querer, me remonté a la fecha que marcó el inicio de un idilio sentenciado: 11 de marzo.

Saber de ella, sin haber sido planeado, era conjugar un verbo intransitivo cuya acción no puede suceder. El libro que custodia nuestra historia estaba escrito; no había algo qué añadir: se murieron los suspiros, los sueños, incluso aquel decreto que fue roto en un momento de inconsciencia, el cual, hace mucho tiempo yace sepultado. 

El tic-tac en el reloj de nuestro ayer había cesado: la eutanasia se apiadó del sentimiento enajenado y yo, queriendo sin querer, la había olvidado. Mi memoria selectiva decidió difuminar su imagen, claro está, sin menoscabo; después de todo, juntos experimentamos esa fase de placer que no se puede comprender cuando se sabe enamorado: estado emocional que nos confunde y nos conduce hacia el pecado.

No hay cenizas del ayer, mucho menos un tizón carbonizado, así que, querer saber, por qué o para qué, si aquel libreto que quemaba nuestra piel está apagado.

 

Roberto Soria – Iñaki

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lunes, 5 de octubre de 2020

Lección de vida

 

 

Hoy he recibido un comentario muy valioso, intangible, tan acertado que me ha puesto la piel de gallina. Como escritor, y como ser humano, no puedo dejar de agradecer por tan enorme aporte. No mencionaré la publicación para no generar debate; simplemente diré que, como seres humanos, merecemos respeto: las mujeres no son la excepción, para las cuales escribo, porque desde mi humilde opinión son lo mejor que he conocido, incluidas mi madre, mi esposa y mis hermanas, así como todas las damas que conozco; sin menoscabo al género masculino.

 

Mencionar las virtudes de las mujeres sería redundar, en cambio, diré que me sabe bien hablar de ellas; alabar sus bondades, ocultas o bien disimuladas en esa aparente fragilidad, me conduce a meditar sobre su resiliencia, por cierto, encomiable.

 

Hoy, en mi país, muchas mujeres mueren a manos de miserables sin escrúpulos y, por desgracia, las autoridades, INCOMPETENTES, nada hacen al respecto. No me llevo bien con la violencia, pero al ponerme en los zapatos de quienes han sido privadas de la vida, me hace dudar si la justicia por propia mano es razonable y aceptable. Solo quienes han padecido tan aberrantes acontecimientos saben lo que llevan cargando en sus mochilas, lo cual, merece mi respeto.

 

Muchísimas gracias, querida y respetable Carmen.


Roberto Soria - Iñaki

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miércoles, 30 de septiembre de 2020

Introspección



Las manifestaciones sociales, sin excepción, tienen sus porqués: nada surge de la nada. La muchedumbre se desborda en las comunidades para clamar por sus derechos humanos, los cuales, han sido violentados sin ser atendidos en tiempo y forma por las instancias asignadas para tal efecto.

 

Ante la incapacidad de los gobiernos por subsanar dichas arbitrariedades, parte de la sociedad reacciona y actúa: en algunos casos de manera pacífica, otros (los más) a través de la violencia y el encono. En un análisis descendente, juzgando solo las formas, el resultado sería, sin duda, reprobable: se volcarían locuciones como: «La violencia no se soluciona con violencia», lo cual es cierto, pero: ¿y el fondo? ¿Qué hay de las necesidades no previstas o ignoradas? ¿Qué sucede con esas multitudes ávidas de justicia social?, incluidos el respeto y libertad.

 

Cierto es que, por razones obvias, no se pueden confeccionar modelos distintos de gobierno para cada segmento de la sociedad en un mismo país, por lo cual, rige el conveniente, ejercido en un contexto limitado por la población en cuestión y, acorde a la cultura e intereses de cada nación: sin embargo, el problema medular estriba no necesariamente en el modelo político determinado, sino en la demagogia, en el incumplimiento de las leyes diseñadas para garantizar, en la medida de lo posible, la justicia y el progreso, sin olvidar la seguridad individual y colectiva, así como los temas inherentes a la salud, la educación y las oportunidades de empleo.

 

La mayoría de los gobiernos no están interesados en el bienestar de sus pueblos: buscan con afán el poder y la sumisión de los ciudadanos: la ignorancia es para ellos el escenario perfecto para imponer sus propias leyes y preceptos a través de las simulaciones, de sus argucias, sin importar que se pierdan vidas en su afán de ser electos.

 

Roberto Soria – Iñaki

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domingo, 27 de septiembre de 2020

El espejo no miente.



 

Hoy, el ser humano construye la realidad sobre escenarios distópicos, creados para fines contrarios a la evolución. El hombre, enemigo del hombre mismo, busca con afán el poder: no para construir, sino para generar el caos.

 

La falta de educación integral y de consciencia plena, aunadas a los discutibles “avances tecnológicos”, se conjugan para dar cabida a la desinformación (Fake news). La sociedad se ha convertido en el mejor artículo para comerciar, tranformándose en producto perecedero como los recursos naturales del planeta.

 

El encono, nunca antes visto como ahora, está latente: la ética ha sido expuesta, quedando de manifiesto la incapacidad de razonamiento y tolerancia, de aceptación y entendimiento. Ofendemos, descalificamos y clasificamos a la personas con una facilidad asombrosa. La distorsión, cual espejismo, sobrepasa la verdad que se presenta lánguida.

 

Los megalómanos se apoderan de las voluntades frágiles: estos últimos, seres, en su mayoría, carentes de dignidad, de amor propio y de intelecto, incapaces de ejercer su libre albedrío para emancipar su libertad de pensamiento y el derecho de existir.

 

La dependencia se agiganta, confinando las virtudes y capacidades del individuo en el oscurantismo de la mediocridad y el conformismo: es difícil aceptar la realidad cuando esta duele, pero el reflejo en el espejo nunca miente.

 

Roberto Soria – Iñaki

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Una gata en el tejado



Entramos al apartamento: la lluvia torrencial dejaba tras de sí una estela de relámpagos y truenos. Mi gato tiritaba por el frío, también por miedo. Echado en el sofá nos observó en silencio, moviendo su nariz para olfatear a la mujer que se paraba frente a él con el abrigo en mano.

—Hola, pequeño. No te asustes: soy amiga de tu dueño —cuchicheó con voz melosa.

—Se llama Nikolái —intervine mientras ofrecí las toallas que cogí del baño—: es muy noble, además de aseado y obediente.

—Lo creo: pero… ¿puedo? —dijo, refiriéndose al vestido que llevaba puesto. Asentí con la cabeza y me giré para dejarle a solas.

—No te vayas: puedo hacerlo en tu presencia. El pudor se ha congelado al caminar sobre la acera: ya sabes, después de descender de tu automóvil y correr como dementes.

—Aun así debo marcharme. Yo también me mudaré de ropa. ¿Te apetece un té?

—Sí: muchas gracias. Si tienes un coñac te lo agradecería. Es bueno para prevenir resfriados: al menos eso dicen.

 

Me retiré sin prisa, sonriendo, queriendo prolongar esos instantes de sensualidad inesperados. Marta tarareaba una canción de moda mientras yo, desde la cocina, atisbaba embelesado la silueta de su cuerpo. Antes de ese día, ella y yo nos vimos hace ya tres años. Tres años de ausencia, de no saber uno del otro, de conservar en mi consciencia el gran amor que abandonamos por temor al qué dirán por la inminente diferencia de edades: quince abriles marcan un abismo colosal entre nosotros, pero hoy, después de tanto tiempo, el destino se empeñaba en ponernos frente a frente: esta vez, quizás, para comenzar de nuevo y perpetuar lo que dejamos inconcluso.

 

Dejé las bebidas en la mesa del salón y, desnudo, encaminé mis pasos frente a ella. Sobraban las palabras. Nikolái se puso en pie, mirando por la ventana: una gata lo esperaba en el tejado.

 

Roberto Soria – Iñaki

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#minicuento #parati #relato #poemas #literatura #pensamientos

viernes, 4 de septiembre de 2020

Detrás de la careta

 


Las redes nos atraparon, devorando las neuronas. El objetivo principal, si es que lo hubo, de acercar y unir al mundo, ha sido desvirtuado. Hoy, el encono está presente como resultado de las diferencias sociales y culturales. Las ideologías son armas que asesinan la libertad de pensamiento y expresión. Es cierto que no son todos: existen quienes, con inteligencia mental y emocional, dejan huella favorable para el desarrollo humano, pero por desgracia cada vez son menos.

 

Qué tanto hemos evolucionado; qué tan civilizados somos; qué tan pensantes y razonables nos consideramos. Nos hemos convertido en lo que tanto odiamos: indolentes y mundanos, cobijados por la frivolidad y mezquindad que relega los conceptos éticos.

 

En franca analogía somos como marabunta, acometiendo contra todo y todos de manera voraz, sin escrúpulos, dejando de manifiesto que la ignorancia nos supera porque los principios agonizan.

 

Humanidad: un término que dista de su significado. Y qué decir del futuro: nunca más incierto y devaluado. Poco hacemos como sociedad: los adultos hemos caducado. Sí, estamos atrapados en las redes al igual que los pescados; listos para ser devorados y saciar el apetito del poder y el infrahumano.

 

Roberto Soria – Iñaki

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#sociedad #humanidad #filantropía #antropología

jueves, 27 de agosto de 2020

Pequeño Juan


 

He visto morir a Juan, el más pequeño del pueblo. Me presenté al hogar de quien, por casi dos años, había sobrevivido desde que fue diagnosticado con cáncer: al entrar, la escena frente a mí se presentó desgarradora. Dos docenas de dolientes, cuando mucho, se miraban entre sí. Los padres de Juanito, trémulos y cabizbajos, lamentaban la partida prematura del pequeño. En silencio me acerqué a don Pedro:

—Las palabras sobran, viejo amigo —pronuncié con voz entrecortada.

—Gracias por venir —respondió con gran tristeza.

 

Mariana, esposa de mi amigo, se puso en pie para recibir las flores que llevaba entre mis manos. Un “gracias” apenas perceptible llegó hasta mis oídos. La mujer se retiró: yo, me senté junto a don Pedro. Después de unos minutos de silencio pronuncié:

—No conseguiste ayuda para el tratamiento: supongo.

—Cierto —balbuceó entre lágrimas—. Fui a Palacio Nacional y me negaron audiencia: después de tanto insistir la respuesta fue muy clara: «no soy médico», y antes de cerrar la puerta me dijeron a la cara: «La ciencia lo tiene claro: no gastemos los recursos en los que se saben muertos» —volví al silencio.

 

Lo escuchado no era para debatir, al menos en ese momento. La impotencia recorrió mi cuerpo. Pensé en la frivolidad, en la indolencia. No era justo que Juanito, a sus seis años de edad, encontrara la fatalidad por falta de atención, también de medicamentos.

 

Roberto Soria – Iñaki

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#Salud #reflexiones #sociedad #humanismo #altruismo #solidaridad #justicia #solidaridad

sábado, 15 de agosto de 2020

Matusalén, el árbol.


He visto llorar al Pinus, un anciano que atesora las historias más conmovedoras de una especie en extinción llamada humanidad. Sí, lo he visto; ha sido desde lejos para no contaminarlo de la putrefacta iniquidad que me acompaña. Lo miro con detenimiento y alucino. Su follaje se mueve por el viento, emitiendo sonidos de frecuencia baja, apenas perceptibles. Mis manos mecen mis cabellos blancos y Matusalén parece que sonríe: al menos eso creo.

 

El aroma del madero es fuerte, tanto como añejo. Su sombra es un gigante y yo me siento tan pequeño. Agudizo mis sentidos y percibo sus palabras:

 

—Gracias por venir a visitarme. ¿Sabes? Hace mucho que dejaron de venir los niños. Jugaban justo aquí, en torno mío. Pero las generaciones cambian, al igual que las hojas de mi tronco envejecido. Lamento mucho que los frutos buenos hayan sido corrompidos: mas nada puedo hacer, tan solo contemplar los nidos de las aves que me cantan con sus afinados trinos. Quisiera regresar el tiempo y deshacerme del olvido, pero la concupiscencia del mortal ya me ha vencido. Me limito a reforzar estas raíces que se abrazan a la tierra donde yo he vivido, porque aquí crecí, hasta convertirme en el pilar de los arbustos que se beben con placer el agua que conlleva el río. Poco y nada puedo presumir, si acaso haber ganado la batalla encarnizada que sostuve con el viejo leñador que cercenó mis ramas con el filo de su hacha, impulsado por la sinrazón de destruir lo que se muestra vivo. Perdona mi egoísmo y lo que digo, pero debo preguntar: Ahora que se matan entre ustedes; ¿qué se siente haber nacido?

 

by Roberto Soria – Iñaki

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lunes, 10 de agosto de 2020

Las Diosas habitan en la tierra




Pocos son lo que logran despojarse de las cosas buenas y malas del pasado, un tiempo verbal ya inexistente, traducido en lecciones de vida. No es cosa de valor o dignidad, tampoco de decir “yo hice o dije”, sino de pararse erguido mirando hacia adelante y pronunciar para los adentros de uno mismo:

«Aquí me tienes frente a ti, vida, carente de partículas mundanas y desnuda de prejuicios. Enfermé de cuerpo y alma y hoy estoy aquí para sanarme. Erré mil veces, mas no diré que me arrepiento: aprendí a forjarme en el incierto vendaval del tiempo que atesoro y, siendo justa, acepto sin reclamo las caídas que me hicieron madurar cuando vencida estuve. La vida en rosa no es aquí, en este mundo conformado de desdichas y traiciones: está dentro de mí, en ese sitio donde guardo tantas cosas bellas. Sé que muchos juzgarán mis desaciertos; merecido me lo tengo. Intentaré no hacer escarnio del ayer en mis recuerdos. Coronaré con flores la parcela agreste que aceptó que mi semilla germinara, regada con el llanto que brotó de mis pupilas, otrora opacas porque el brillo se apagó cuando la luz del sol me dio la espalda. Hoy sé que todo lo que hice es nada, y de la nada volveré a nacer cada mañana, sabiendo lo que soy, mirando al norte y levantando la mirada.»

by Roberto Soria - Iñaki

jueves, 2 de julio de 2020

Y entonces escuché.



[...] y entonces escuché, dejando el ego en un cajón del viejo armario. Era tiempo de decirle adiós a tanto odio, porque mis noches detestaban el insomnio.
Sí, escuché; mis manos temblorosas extrañaban sus caricias, mas quedé sin habla por temor a confesarle mi desdicha. Evento del pasado.
Escuché; las razones eran clavos perforando mi consciencia. Me puse de rodillas y lloré, sin el temor que desgarró el ayer por su abandono.


by Roberto Soria – Iñaki
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Reflexivo.




La investigación es una ruta desafiante, donde la verdad se pierde fácilmente. La mentira tiene patas cortas, y la ignorancia sigue siendo ardiente.
Me sabe mal caminar entre los muertos, seres que se piensan divos. La dignidad ha perdido la cordura, y la violencia se ha erigido entre los vivos.
La mente ha sido secuestrada; el pago del rescate es uno mismo. Muchos hablan de saber bastante, y se niegan a mirar hacia el abismo.
El superego ha transmutado y la visión se nubla. Las argucias crecen como los hacen los hierbajos. La muerte se presenta en el cenit desnuda, mientras las ovejas marchan hacia abajo.
¡Cómo revertir ese proceso involutivo!, si las neuronas van perdiendo la batalla. Refugiarse en el harapo del mendigo, solo engorda la riqueza del canalla.
Me resisto a caminar sobre la cuerda floja; el funambulismo no me da la gloria. El señalamiento a ser distinto me apuñala, pero me permite libertad en la memoria.
by Roberto Soria - Iñaki
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Cómo no quererte.




Cómo dejar de mirarte, si sujeto tu silueta.
Cómo pedir que te vayas si se ha cerrado mi puerta.
Tu esencia es un petricor que se aloja en mis sentidos,
queriendo desnudar el alma mientras te envuelvo en suspiros.

Decir que te quiero es poco;
estoy muy enamorada.
Tan es así que mis alas —como si fuesen de hada—,
me llevan en un instante a los pliegues de tu almohada.

Dices que puedo tenerte,
en mis dulces utopías,
haciendo nudo los besos,
tus caricias y las mías.

Que nada importa si el tiempo
transcurre como un soplido,
porque me siento tan tuya,
y tú te sientes tan mío.

By Roberto Soria – Iñaki

domingo, 31 de mayo de 2020

Las diosas habitan en la tierra




"Las diosas habitan en la tierra"
Preámbulo de mi próxima novela.

Enigmática; así era ella. Descubrí que debajo de su piel guardaba el gran secreto de la vida. Concluí que la felicidad no es utopía, y que la libertad no es una opción a negociar en esta tierra.

Hablaba en un lenguaje nada peculiar. Su rostro era especial; camaleónico, quizás, lo mismo que su actuar —no juzgues lo que ves; indaga—. Me dije cuando no entendí el mensaje que su cuerpo me mandaba. La observaba, sobre todo en el proceso puñetero que dejó la cuarentena, resultado del Covid-19 que se había gestado en la clandestinidad de lo mezquino para reordenar al mundo.
Aunque ya la conocía de tiempo atrás jamás imaginé lo que ella cargaba en la mochila. Eran decenas; no, cientos de anécdotas que desafiaban mis teorías sobre la evolución del ser humano. Míriam: «Mujer a quien Dios venera y ama.» Ese era el gran significado de su nombre.
Mis conceptos revolucionaron. Imposible para mí no ver la relación entre lo astral y lo mundano. ¿Espartanos? ¿Vikingos? ¡Alienígenas? ¡Qué cojones! Necesitaba conocerla más; tenerla cerca de mí para tocarla, sentirla, y quizás, solo quizás..., amarla y descifrar de dónde era; quién era... Lo que ella era...


jueves, 28 de mayo de 2020

Para quien quiera entenderlo




Siempre he dicho que, como escritor, y por respeto a nuestros lectores, debemos investigar sobre lo que escribimos sin importar que sea ficción o realidad. La imaginación es infinita, cierto, y cuando es acompañada de elementos sustentables adquiere un valor específico. Después del preámbulo diré que: Los seres humanos no somos “RATAS DE LABORATORIO” para que, los autodenominados “poderosos”, experimenten con nosotros.

Han logrado su propósito perverso, el de desestabilizar al mundo con la supuesta pandemia. ¿El virus existe? ¡Por supuesto! Pero no en la magnitud que nos han hecho creer. Basta con buscar información verídica emitida por los portavoces internacionales, reconocidos expertos en materia de salud y economía, quienes ponen en evidencia los acontecimientos que se viven a causa del multicitado “Covid-19”.

Las medicaciones e insumos para contener y contrarrestar ciertas patologías son dosificados a su arbitrio por los emporios que se dedican a su fabricación. Eso, aunado a la saturación de los hospitales, hace prácticamente imposible la oportuna y correcta atención de los enfermos, sin importar su padecimiento.

No hablaré del tan mezquino objetivo que se oculta tras esta crisis; cada uno de vosotros, en su libre albedrío, obtendrá sus propias conclusiones. Solo pido que se cuiden para no enfermar de lo que sea; para evitar al máximo posible acudir a los centros de salud públicos o privados y, eso, cuidaos mucho porque vuestras vidas son irremplazables.

Roberto Soria – Iñaki
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martes, 26 de mayo de 2020

Un mensaje con el viento




A muy temprana edad, y sin directriz alguna, pude distinguir la diferencia entre ser fuerte o débil. A lo largo de mis años he vivido, como muchos millones de personas, prisionero del estado. Prisionero, sí, acatando lineamientos en su mayoría estúpidos, dictados por seres perversos y mezquinos, hasta que comprendí la palabra libertad; un estado de la mente, y desde ese entonces, jamás he permitido que mi mente se convierta en prisionera.

En mi muro de Facebook una leyenda me define: «Soy un inadaptado que busca estacionarse dentro de un mundo pervertido». Eso dice, y dice mucho. Me resisto a ser muñeco de guiñol que puede ser manipulado con el simple hecho de mover los hilos. Me opongo a ser esclavo de quien goza del poder malentendido. Desapruebo ese sendero mal llamado “evolución” que solo sirve para deshumanizar y aniquilar a quienes buscan la manera de sobrevivir.

En mi estado “demencial” he podido comprobar que muchos piensan como yo. ¿Malo o bueno? No lo sé. Algunos, como yo, escriben, otros esculpen, o pintan. Muchos salen a manifestarse por diversas causas; perdón, salían, porque la tendencia de “quedarse en casa” está de moda, lejos del abrazo y las caricias que producen “afección”, según los “antropólogos que se piensan eruditos”.

¿En dónde jugarán los niños? Pregunta que carcome mis entrañas pensando en el futuro de mis hijos. La nanotecnología me aterra, al menos esa parte que destruye la materia; jamás pensé decir que tengo miedo. Temor a ver morir a tanta gente que en total indefensión, como un cordero, se resignan sin luchar en contra de quien fragua el matadero. Revolución social, un vocablo que me alienta y a la vez me inutiliza, quizás porque me siento enfermo de tanta suciedad. Mis palabras son cometas de papel que se las lleva el viento.

by Roberto Soria - Iñaki

jueves, 7 de mayo de 2020

Homenaje



Ubicarse ahí, en lo más alto de la misericordia para cuestionarle: «¿En verdad es justo tanto sufrimiento?». Reclamo sustentado en la impotencia. Pero la misericordia no responde, se mantiene firme, impávida, al igual que lo hacen quienes juegan a los naipes. Su silencio es una daga, y en lo álgido de mi reproche suelto con vehemencia un soliloquio…

Y pensar que hace apenas unos cuantos meses, mi amigo José Luis, a pesar de la maldita enfermedad que lo agobia, se veía entero. Sus ganas de vivir eran palpables, en especial, porque deseaba conseguir la salud —por demás deteriorada— de su querida madre. Un padecimiento que marcaba los destinos de ambos.
Hace tiempo que perdimos el contacto; no por falta de interés, sino por el quebranto que llegó hasta su morada para sentenciar una condena cruenta y despiadada, cuyo desenlace, ayer, me fue anunciado a través de una publicación acompañada de una foto que me congeló la sangre:

«Mi reducida tarifa me impide conectarme, y cada imagen supone un severo sacrificio de datos; pero es una foto especial, y necesito decirle a mi madre desde aquí, para que me escuche desde allí, que en este sofá nos hicimos nuestra última fotografía. Ya en su día lo hice barruntando el desenlace. Se fue hace casi cuatro meses, aunque murió cuando yo nací. Una foto especial en una noche igual de jodida que todas las demás. Ella lo sabía. El de la imagen no soy yo, sino lo que queda de mí, que es diferente. Nos leeremos. Quizá. Quizá… Solo quizá».

Después de leer tan cruel mensaje y de mirar la foto, me tumbé sobre la cama. Las palabras se negaban a salir. Por fin logré despabilarme, y en el punto máximo de la meditación, nació el reproche que acongoja mis neuronas.

Querido José Luis; mi maestro… Ante mis ojos eres un luchador incansable. Gracias por tu valiosa amistad; por tus letras…, por tus clases.

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