sábado, 29 de febrero de 2020

La luciérnaga




Amores invencibles, enraizados no en el cuerpo, sino en el alma. Seres que deambulan en ese espacio donde pocos se atreven a llegar, desafiando distancias y rompiendo paradigmas, capaces de viajar en la imaginación y de retar al tiempo; lapso que se encarga de nutrir a la consciencia, de ordenar los sentimientos y, de liberar la esencia anquilosada en el letargo de la duda que apuñala, provocando temor y resistencia al perdón que acerca a quienes por error, fueron marionetas de las circunstancias.

Y heme aquí, sentado en la butaca principal del foro que presenta la opereta de una historia llamada “La luciérnaga”, escrita sin el guión que obliga a pronunciar ese panfleto lleno de reclamos; reproches vanos cuando el corazón no entiende de razones…

—Con todo y miedo me atrevo a escribir, y aunque no me contestes, quiero que sepas que te extraño… Cuídate—; esas fueron sus palabras al salir a escena, y sin pensármelo dos veces le brindé un aplauso.

El monólogo descrito obtuvo recompensa; el eco del histrión produjo un diálogo. No hubo caretas, ni maquillajes que cubrieran la incipiente realidad que se mostraba sin dobleces.

Disfruté la obra. Al final, los actores se tomaron de la mano; sobraban las palabras, así como los juramentos que se fincan en lo absurdo perdiéndose en la nada. Esta vez, ambos dieron un ejemplo claro; «se puede caminar conjuntamente sin pensar en el destino». Hermanados, entendiendo que el principio y el final, son uno mismo.

Roberto Soria – Iñaki



sábado, 15 de febrero de 2020

Teorema de un demente





Decir te amo, en ese soliloquio donde el eco me devuelve mis palabras, echándome a la cara el sinsabor de la derrota en ese intento fallido por tenerte; quizás por cobardía.

He visto cómo muere la luz del día sin ti, quedándome en penumbras, abrazado a tu recuerdo, el cual, robé sin que te dieras cuenta.
Tu silueta está grabada en mi memoria; en ella estreno las caricias que se gestan en mi piel cuando te sueño.

La voz de mi consciencia dicta para ti mil versos nuevos, y en ese frenesí que se desborda por quererte, lamento discernir con el tic-tac de mi reloj porque las horas marchan lentas.

Qué difícil entender la realidad, discorde del final que se describe en el ritual de los hermosos cuentos; utopías escritas por aquellos amantes de verdad, llamados locos por bordar el sentimiento.

Tal vez deba morder mis ganas por besarte; sí, eso haré, hasta horadar mis labios y dejarlos secos, al punto tal, que no sea fácil pronunciar tu nombre.

Cuando el albor de la mañana se presente, habrá un espacio para ti en mi mente, sin importar que la distancia entre los dos se burle de un amor que se ha forjado diferente; producto etéreo de un ferviente soñador, que se cobija en la presunta indefensión, por ser demente.


Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública con fines artísticos