Anoche
tuve pesadillas…
Me vi en un país en franca decadencia, donde el presidente, como
consecuencia de su estupidez, con gran dificultad podía articular dos palabras
seguidas, haciendo de sus discursos demagógicos pausados, decretos que
sentenciaban a la estabilidad y pronosticaban la hecatombe de un pueblo entero,
el cual, le había brindado su voto de confianza; basados en la ignorancia, y
sobre todo, en el hartazgo de la falsa democracia presidida por los mandatarios
anteriores, quienes sin vergüenza alguna, habían
dejado a la nación en la pobreza extrema; producto de saqueos sin castigo.
Se
trataba de un pueblo herido, cuyos funcionarios hacían de las suyas en total
impunidad, resaltando su destreza para manipular la realidad que azotaba a los
desprotegidos; ejemplo claro, los estragos de la pandemia, en donde los empleados
sanitarios salían a las calles suplicando insumos para combatir al virus, mientras
los directivos no solo se lavaban las manos, sino que argumentaban con descaro
soluciones falsas, replicadas —a su arbitrio— por el sistema mediático.
Miles de desempleados se
sumaban cada día a la lista enorme de quienes buscaban con desesperación un
apoyo económico —migajas—, mientras el Erario Público guardaba bajo llave los
recursos financieros para procurar los bonos de los políticos, en su mayoría,
corruptos.
Muchos ciudadanos se
morían; no solo por el coronavirus, sino por otros padecimientos, entre los que
destacaban, el hambre y la injusticia… Me desperté sudando frío; menos mal que
solo fue una pesadilla.
Imagen pública