jueves, 30 de abril de 2020

Pesadillas





Anoche tuve pesadillas…

Me vi en un país en franca decadencia, donde el presidente, como consecuencia de su estupidez, con gran dificultad podía articular dos palabras seguidas, haciendo de sus discursos demagógicos pausados, decretos que sentenciaban a la estabilidad y pronosticaban la hecatombe de un pueblo entero, el cual, le había brindado su voto de confianza; basados en la ignorancia, y sobre todo, en el hartazgo de la falsa democracia presidida por los mandatarios anteriores, quienes sin vergüenza alguna, habían dejado a la nación en la pobreza extrema; producto de saqueos sin castigo.

Se trataba de un pueblo herido, cuyos funcionarios hacían de las suyas en total impunidad, resaltando su destreza para manipular la realidad que azotaba a los desprotegidos; ejemplo claro, los estragos de la pandemia, en donde los empleados sanitarios salían a las calles suplicando insumos para combatir al virus, mientras los directivos no solo se lavaban las manos, sino que argumentaban con descaro soluciones falsas, replicadas —a su arbitrio— por el sistema mediático.

Miles de desempleados se sumaban cada día a la lista enorme de quienes buscaban con desesperación un apoyo económico —migajas—, mientras el Erario Público guardaba bajo llave los recursos financieros para procurar los bonos de los políticos, en su mayoría, corruptos.

Muchos ciudadanos se morían; no solo por el coronavirus, sino por otros padecimientos, entre los que destacaban, el hambre y la injusticia… Me desperté sudando frío; menos mal que solo fue una pesadilla.

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jueves, 23 de abril de 2020

Amor incondicional




No todo había sido bueno en la vida de Marta; la ilusión de su primer amor había quedado atrás, muy atrás, en lo oxidado del camino donde derramó sus lágrimas. Hacía tiempo que había dejado de culpar a Josep, su exmarido; un tío hosco, demasiado tozudo y de costumbres enraizadas que le había propuesto nupcias después de dos años de noviazgo.

Marta recién había concluido la universidad cuando contrajo matrimonio. Pretendía ejercer su profesión como licenciada en pedagogía, pero Josep, quien era un empresario acaudalado, la convenció de desechar la idea, argumentando que su posición social, privilegiada, daba para que ella se consagrara en los deberes del hogar sin la necesidad de un curro.

Todo pintaba de maravilla. Después de seis meses de casados, ambos celebraban con júbilo la inesperada noticia; Marta estaba embarazada. Josep se desbordó en caricias, en promesas, imaginando que el bebé sería varón, el cual, llegado su momento, se convertiría en heredero universal de toda su fortuna.

—Le nombraremos Pedro, ¡como mi difunto padre! —decidió Josep sin consultar a Marta.

Los años pasaron de largo, y con ellos, la felicidad que iluminó sus vidas un poco más de dos lustros. Pedro había cumplido los trece; no hubo tiempo para festejar, ni motivos. Su madre lloraba tumbada en la butaca del salón, sosteniendo entre sus manos unos folios que marcaban sus destinos para siempre; se trataba del divorcio.

Después de la ruptura, Marta, había conseguido contratarse como vendedora de bienes raíces, y con ello, lograba cimentar su economía. Quería darle lo mejor a su hijo… El recuerdo del recuento se desvaneció; la voz del director en el micrófono llamaba su atención. Anunciaba el nombre de Pedro, graduado con honores por su excelencia académica… Licenciado en leyes.

Al término de la ceremonia, Marta y Pedro se fundieron en un abrazo. Entre ambos habían logrado rescatar a la felicidad perdida; labor nada sencilla, pues la lucha en el camino les había dejado muchísimas heridas.

—¡Por fin; lo has obtenido! ¡Enhorabuena! —le dijo cariñosa. Pedro la besó en las manos, después en las mejillas.
—Gracias, madre.
—¿Por qué? —preguntó mientras ella se secaba con el dorso de la mano el líquido salino.
—Por amarme; por darme todo; por aceptarme sin importar mi orientación sexual… Gracias, madre, por haberme concebido.

by Roberto Soria – Iñaki
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sábado, 18 de abril de 2020

Un reto a la consciencia. (Capítulo II)




Bitácora de sobrevivencia.

La rebelión social en contra de los perniciosos sigue en curso. El sometimiento a la inserción de microchips se vuelve agudo; muchos logran escapar, adhiriéndose a los clanes que se ocultan para no ser encontrados. La nanotecnología se erige  plena en el dominio cuántico.

La cúpula que manipula el vil proyecto de reconstrucción genética se presenta indiferente. Han logrado en gran medida su objetivo; la disociación de grupos importantes que muestran resistencia. Sin embargo, no han conseguido frenar las intervenciones de los hackers disidentes, quienes gracias a sus valiosos hallazgos, han dejado en evidencia los archivos que demuestran que la inventada pandemia no era más que un genocidio; brutal y enardecido.

Los Cyborgs buscan afanosamente los laboratorios comandados por científicos en rebelión; su propósito: Destruir medicaciones que ayudan a sanar enfermos.

Jamás pensé convertirme en agricultor, y menos en maestro de ello. Es momento de alistar mi clase; las generaciones nuevas esperan en las improvisadas aulas ocultas en las cuevas.

Roberto Soria – Iñaki
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martes, 14 de abril de 2020

Un mundo nuevo




Estoy en el traspatio de la mente, tejiendo conjeturas con el hilo que dejó la araña en el cajón de la consciencia. Mis elucubraciones, partidas por la esquizofrenia, esperan en la fila interminable de los sueños que buscan la reconstrucción del paraíso celular; aquel donde la sangre fluye como río entre los túneles de mis angostas venas.

Las voces a mi alrededor retumban, generando confusión a mis oídos que se abren como flor en primavera. Mi vista se ha posado en la crisálida que lucha por sacar sus alas del confinamiento necesario; quizás para volar hacia los prados prohibitivos divididos por fronteras neuronales.

Detrás de las montañas imposibles de escalar se ubica el arcoíris; qué ganas de trepar en él, y salpicar mi cara de colores vivos mientras monto al unicornio que creció junto conmigo, pero el eco del suicidio se interpone y yo, me desgarro las entrañas y renuncio a su inquietante invitación de perecer en el olvido.

Mis manos temblorosas ungen bálsamo gratificante en cada lóbulo de mi corteza cerebral que contrapone mis sentidos; patíbulo donde los cuerdos juzgan mi derecho a respirar, argumentando deficiencias crónicas que no pedí cuando al nacer, me fueron endosadas sin clemencia.

Mendicidad intelectual; zurciré tus mil desgarros con el fin de procurar un traje nuevo para ti, y con ello, asistir al bacanal de la insurrecta sociedad que finge bienestar ante el enfermo.

domingo, 12 de abril de 2020

Un reto a la consciencia




Bitácora de sobrevivencia: Año 2030.

Mis teorías sobre la extinción de la raza humana dejan de ser especulaciones; el virus propagado por la cúpula de poderosos que dirigen el curso del planeta, aunado al terrorismo mediático, sigue en curso.

En la última década, la suma de decesos estimados en todos los continentes es alarmante, equivalente, según las estadísticas, al treinta por ciento de la humanidad censada en el 2020. Los adultos mayores a cincuenta años ocupan el primer lugar de los fallecimientos. Las vacunas desarrolladas contra el Covid-19 son una farsa, de hecho, los científicos disidentes, ocultos de los opresores asesinos, han demostrado que se trata de sustancias que afectan de manera irreversible al organismo humano.

El empleo ha dejado de existir, y con ello, la economía. El cambio climático desacelera. Los niveles de contaminación han bajado considerablemente, dando paso a los recursos naturales que se fortalecen. La vegetación envuelve lo que alguna vez fueron caminos, deteriorando incluso, a muchas de las edificaciones que han sido abandonadas. Los mares luces transparentes, concurridos por quienes buscan alimento para mitigar el hambre; actividad desarrollada en la clandestinidad cuando los drones de vigilancia, impuestos por los gobernantes perniciosos, son derribados.

La era de la discutida cibernética autónoma, ha comenzado…

by Roberto Soria – Iñaki


lunes, 6 de abril de 2020

Cuando el sol se muere




Castigo inmerecido, cargando culpas en el bolso que se aferra a mi costado; la cicatriz que me dejó el descuido se ha cerrado, pero queda el borde, sentenciando la lección que calcinó el orgullo y destrozó mi dignidad en un instante de flaqueza.

Ni siquiera tengo claro aquel momento, solo sé que me perdí en el fango, espacio inmundo que se oculta entre las sombras cuando el sol se muere.

La condena era tangible; sufrir la pena y aceptar que la equivocación costó muy caro, mucho más que los malditos euros que gasté para ingresar en un submundo perturbado… Ahí, donde las telarañas sirven de refugio para los ensueños rosas y el jazmín dorado, custodiados por el unicornio azul que acompañaba mis desvelos cuando yo era niña; etapa donde la inocencia se ponía el pijama para dormitar junto conmigo… Eventos ya lejanos.

El temor a mi rechazo era gigante, igual que los dragones vomitando fuego; aleteando con fiereza las astillas del escarnio, semejantes a las púas que sangraron sin piedad la frente de mi Cristo; aquel que reclamé su ausencia cuando más necesité de su cobijo. El arrepentimiento a blasfemar me ha consolado.

El tiempo se ha encargado de clarificar mi mente; hoy, la búsqueda de la verdad me ha colocado en ese podio para resarcir el cruel quebranto… El análisis y reflexión me asisten, vislumbrando en fila a la autocrítica, quien va primero, delante de la aceptación que suplantó a la vil resignación que me endilgó la conmiseración de la estadística.

Perdono lo agravios; estoy sanando. No quiero que mi corazón se pudra por haberme equivocado. El viento sopla rumbo al norte; es tiempo de seguir andando. Dejaré mis huellas en la arena como recomendación para quien viene tras de mí…, por si quiere sujetar mi mano.

by Roberto Soria – Iñaki