Muchas gracias a todos
aquellos que, solidariamente, me hicieron llegar sus condolencias por la muerte
de mi madre. Reciban un abrazo enorme.
***
Caminamos
juntos, por caminos escabrosos, con la vista al frente. Muchas veces el temor
tocó mi cuerpo, mas tu mano siempre estuvo disponible para rescatarme de sus
garras. —No hay escuela para padres—, me decías, y en tu afán por ser mi guía
te esforzaste para darme lo que como buena madre, para mí tenías.
«Los
errores, las mejores lecciones que nos da la vida», argumentabas, y aunque no
fuiste letrada, tu sentido común prevalecía. Hoy, miles de recuerdos se
desbordan en cascada, cual si fueran hojas secas tapizando el suelo…, y crujen,
se desgranan, recapitulando lo vivido en un intento por traer algunas gotas de consuelo.
Mis ojos se amilanan al mirarte inerte, y mi mente se resiste en aceptar que te
has marchado para siempre. Me pregunto si el camino “prometido” existe; de ser
afirmativo, entonces mi paciencia se agudizará para volver a verte.
Mi
ignorancia es grande, demasiada para deshacer el nudo que se atora en mi
garganta, pero habré de discernir la fórmula que venza este viacrucis que se
clava en cada poro de mi piel marchita.
Sé
que debo ser agradecido, pues tuve la oportunidad de compartir contigo los
momentos cruciales en la ruta final de tu destino; sumergida en sábanas que se
aferraron a tu cuerpo lacerado, hasta succionar el último suspiro que te dio la
vida.
Mañana,
la luz que asoma al exterior de mi ventana lucirá distinta, y mis pasos,
continuarán por el sendero que has trazado con la arquitectura de un principio
elemental… El de ser buena persona.
Sé
que debes descansar, pero antes, deja que te pida un último favor…, entona para
mí con tu afinada voz, esa vieja melodía de cuna que solías cantar.
Te amo, mamá.
En honor a: Elva Valverde de Soria
1941-2018
Roberto Soria – Iñaki