viernes, 31 de agosto de 2018

Aroma añejo



No te dejes impresionar por los años que tengo; debajo de mi piel marchita late un corazón que se desnuda en un suspiro sempiterno.
Las grietas de mi rostro guardan miles de recuerdos, algunos cobijados por el miedo; temor a no saber si voy o vengo, pues el tiempo en mi reloj se desliza en un cansino caminar que me promete navegar en ese mar que se presume como eterno.
Cuando el momento llegue, en mi equipaje llevaré dos cosas; tus caricias, y mil versos.


Roberto Soria - Iñaki 
Imagen pública


Miedo



Me tumbo en la butaca del olvido, maldiciendo la ignorancia que me agobia. Miro el tiempo, y aunque intento detenerlo no lo logro. 
A mi espalda llora un niño; pide pan con la mano que sobrevivió al ataque de una guerra que no es suya.
Me levanto enardecido para sacudir de mi esqueleto el miedo. Mi consciencia grita con denuedo: —¡Libertad!—, pero el viento no me escucha.
Cierro los ojos, el alma se me estruja; me pregunto si amaneceré despierto, o si moriré con la presencia de la luna.



Roberto Soria – Iñaki
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martes, 28 de agosto de 2018

Zapatillas rojas




Prólogo

Zapatillas rojas es una “novela corta” cuya narrativa pretende entre muchas otras cosas, la de despertar consciencias y, evitar —en la medida de lo posible— que muchas jóvenes caigan en las garras de la prostitución a través de la “trata de personas”.
Hoy —lamentablemente— no sólo se comercia con los cuerpos femeninos, los masculinos también son explotados en el “mercado negro”, actividad ilícita que conlleva al tráfico de órganos y el consumo de drogas.
La delincuencia organizada actúa impunemente como consecuencia de un sistema judicial inoperante; quizá, no como resultado de las legislaciones vigentes, sino de las “autoridades responsables” de garantizar la observancia de las leyes; quienes —en algunos casos— se ven rebasadas en su capacidad para contener dichos ilícitos.
Por desgracia, muchos responsables de velar por la seguridad de la ciudadanía son partícipes de tan aberrantes prácticas, quienes actúan en contubernio con las mafias, fomentando los delitos en menoscabo de una sociedad que se presenta impávida y vulnerable al mismo tiempo.
Lo mundano nos rebasa, se invierten los procesos; educación es el remedio. La recuperación de valores y principios es fundamental para retomar los preceptos humanistas que logren reintegrar a la célula más importantes de la sociedad; la familia.
Cuántas jóvenes —como la protagonista de este libro— desaparecen de la noche a la mañana; sin dejar rastro, sin saber si permanecen vivas… Cuántos son los que disfrutan de los dividendos obtenidos de tan denigrante actividad; preguntas para la estadística, evento secundario porque el principal, es el tomar de decisiones para actuar en un intento por contener al máximo posible este “cáncer” que carcome las entrañas de la filantropía.

Del autor:
Roberto Soria – Iñaki
©Todos los derechos reservados






jueves, 23 de agosto de 2018

Punto y coma.



Escribo, rompiendo protocolos literarios porque el corazón no late basado en lo gramatical.
El verso no se enfada con mi pluma, y el tintero se decanta por la esencia de lo escrito.
Amar no lleva tilde, y los puntos suspensivos le hacen paseíllo para mantener en suspenso el desenlace de la historia.
Mis personajes nunca mueren; sempiterno es el camino que se engrosa cual baldosa con las huellas del destino, y su resiliencia -a prueba de infortunios-, preserva el sentimiento que se abraza a mis escritos cual si fuese un concubino.
Mis líneas no hacen fila para ser leídas, no se aparcan en la acera esperando una limosna; vuelan libres porque yo les di las alas, entendiendo que la jaula con barrotes de apatía, es un paradigma exclusivo de quienes por alguna extraña razón -quizá justificada- han dejado marchitar el alma.



Roberto Soria – Iñaki
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miércoles, 22 de agosto de 2018

Sigue conmigo




Muchas veces me pregunto si te amé lo suficiente, y si en mis brazos encontraste un nido; lo cuestiono por el día cuando te fuiste, maldiciendo la palabra “olvido”. Y aquí me tienes, atado a tu memoria, acariciando los pétalos deshidratados de la flor que reposa entre las páginas del manuscrito que no me atrevo a publicar.
El viento compasivo se desliza en mis mejillas, bebiendo el manantial que de mis ojos brota. La canción que te cantaba ya no se escucha en la radio, pero sus letras vibran al compás de mi guitarra. En donde quiera que estés, y con quien sea que te encuentres, sé que mirarás la luna, y Celestina —como siempre— evocará para ti los versos que brotaron de mi pluma.
Mi piel marchita ya presenta surcos, hendiduras que cosechan las semillas del recuerdo, regalos otorgados por mi amigo el tiempo, un lapso que tú y yo nos devoramos juntos: Si estás viva, ámame en silencio. Si estás muerta, espérame; que mi tintero guarda un torrencial de nuevas fantasías; las estrenaré contigo. Porque aunque no te veo, te percibo, entendiendo que tu amor…, sigue conmigo.



Roberto Soria – Iñaki
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sábado, 11 de agosto de 2018

El penúltimo peldaño



Nace el pensamiento, en una cuna que desborda fantasías. Los sueños tienen frío, pero el manto los cobija; la invitación es franca: —Camina, hasta llegar a la escalera que te llevará a la cumbre, y aunque el camino es recto, encontrarás vicisitudes tan candentes como el fuego —le sentencia la ironía.
 Funambulista del dolor ajeno, haciendo malabares en la cuerda floja; altruista que se bebe el llanto en una copa de cristal delgado, tan frágil que hasta el viento tiene miedo de tocarlo.
Con pies descalzos, asciende uno a uno los peldaños del madero apolillado; no se arredra, sin importar cuán lento corra el calendario. Las manecillas del reloj no giran a la izquierda, indicativo del retorno que no ha sido programado; ya no hay descenso, seguir subiendo no es opción…, es obligado.
«¡No mires hacia abajo!» Le grita la consciencia. «No tiene caso que numeres los peldaños», soslaya la experiencia. Mas la vista no hace caso; se obstina, intentando divisar las huellas que sus pasos han dejado… La neblina se interpone cual verdugo que se sube al pabellón del acusado.
La escalera cruje, revistiendo de ignominia el escalón que se presenta fracturado; las pisadas tienen dudas, pero deben continuar: —¡No es momento de parar!—, le dicta el sentimiento; pero el paso se ha cansado, el andar se ha vuelto lento.
El esfuerzo por subir, ha minado su encomiable resiliencia: «¡Tres peldaños más para llegar a la cima!» Lo motiva su destino. Él se aferra, intentando conquistar el objetivo, pero el enemigo acecha; la tormenta. Amenaza con enviarlo cuesta abajo, para deshacer sus sueños ex profeso, sin importar que la caída le haga daño.
¡Él insiste! ¡Él se aferra¡ ¡Ha logrado lo que pocos en su andar han intentado…! Alcanzar el penúltimo peldaño, lugar donde una cita no deseada se establece, para coronar un esfuerzo sobrehumano.

En honor a la memoria de un gran amigo; Enrique Laso Fuentes. Escritor, altruista, filántropo. Descansa en paz.

Roberto Soria – Iñaki