Me tumbo en la butaca del olvido, maldiciendo la ignorancia que me
agobia. Miro el tiempo, y aunque intento detenerlo no lo logro.
A mi espalda llora un niño; pide pan con la mano que sobrevivió al
ataque de una guerra que
no es suya.
Me levanto enardecido para sacudir de mi esqueleto el miedo. Mi consciencia
grita con denuedo: —¡Libertad!—, pero
el viento no me escucha.
Cierro los ojos, el alma se me estruja; me pregunto si amaneceré
despierto, o si moriré
con la presencia de la luna.
Roberto Soria –
Iñaki
Imagen pública
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