"Las diosas habitan en la
tierra"
Preámbulo de mi próxima novela.
Enigmática; así era ella. Descubrí que debajo de su
piel guardaba el gran secreto de la vida. Concluí que la felicidad no es
utopía, y que la libertad no es una opción a negociar en esta tierra.
Hablaba en un lenguaje nada peculiar. Su rostro era especial;
camaleónico, quizás, lo mismo que su actuar —no juzgues lo que ves; indaga—. Me
dije cuando no entendí el mensaje que su cuerpo me mandaba. La observaba, sobre
todo en el proceso puñetero que dejó la cuarentena, resultado del Covid-19 que
se había gestado en la clandestinidad de lo mezquino para reordenar al mundo.
Aunque ya la conocía de tiempo atrás
jamás imaginé lo que ella cargaba en la mochila. Eran decenas; no, cientos de
anécdotas que desafiaban mis teorías sobre la evolución del ser humano. Míriam:
«Mujer a quien Dios venera y ama.» Ese era el gran significado de su nombre.
Mis conceptos revolucionaron.
Imposible para mí no ver la relación entre lo astral y lo mundano. ¿Espartanos?
¿Vikingos? ¡Alienígenas? ¡Qué cojones! Necesitaba conocerla más; tenerla cerca
de mí para tocarla, sentirla, y quizás, solo quizás..., amarla y descifrar de
dónde era; quién era... Lo que ella era...