sábado, 28 de abril de 2018

Ojos de Gato




Escribir —Ojos de Gato— fue para mí un verdadero reto. Una HISTORIA REAL en donde se conjugan el amor, la traición, la cordura, la locura e incluso…, la muerte. La vida me ofreció un banquillo de primera fila en un escenario que jamás imaginé, siendo testigo presencial de hechos dignos de narrar.
Prosa y verso, hermanados para describir una batalla cruenta por la supervivencia. Al escribirla consideré la posibilidad primero, de utilizar los nombres verdaderos de los personajes, y segundo, el de hacer referencia de los lugares en los cuales se desarrolló la historia. Finalmente no lo hice; como solía decir la antagonista «Por respeto a los protagonistas.»
Pude haber utilizado nombres distintos a los reales, cierto, pero la narrativa la basé justo en lo contrario. ¿Contradicción? No, yo le llamo magia, ya que en las poco más de 250 páginas no utilizo un solo nombre propio.
¿Cómo reaccionar ante situaciones derivadas de un estado emocional que nos aqueja…? Hay quienes recurren a la puerta falsa…, el suicidio. Los seres humanos somos dueños de todo y de nada, y en cuestiones del amor nos empeñamos en buscar lo que muchas veces llega por sí solo a nuestras vidas.
Decía Mahatma Gandhi, «El amor es la fuerza más sutil y penetrante», y tú, querido amigo lector, ¿qué opinas?


Con  cariño,
Roberto Soria - Iñaki
Porque el amor no se muere, sólo se queda dormido en espera de ser despertado.


Mal de amores




Deambula, con la mente puesta en la vieja ermita, pero los recuerdos casi escapan a su mente. El destello de una débil luz ilumina su consciencia, es entonces cuando emanan las preguntas, cuestionamientos que se han vuelto insulsos, lánguidos y decadentes.
Es primavera, pero para él es pleno invierno congelando sus ideas. Sus sentimientos confundidos han perdido el norte, al tal grado que sus labios sólo atinan a pronunciar una serie de improperios amparados en la noche.
La poca sensatez en su cerebro no le da para sobreponerse; las embestidas de la soledad han sido duras, y las sombras del pasado se han ceñido a su cintura conmoviendo al abandono —Sólo hay una escapatoria… ¡Es la muerte!—, dice al tiempo que se bebe aquel licor que almacenaba en la botella, y su cigarrillo número mil pareciera ser un gran funambulista haciendo peripecias en su boca.
El viento sopla fuerte, golpeando como en un reclamo el rostro de tan denostado hombre. Agacha la cabeza, en señal evidente de que la derrota se engalana con su suerte…, las lágrimas le brotan, el encono muerde, y las ilusiones han quedado rotas.
—¡Maldita sea mi suerte!—, grita dirigiendo su mirada hacia la nada, con la mente puesta en su objetivo…, las esquelas, esas que preparan los listones para celebrar la fiesta, ellas saben que el deceso fabricado ya está cerca. Pero surge un imprevisto que retrasa la condena, es la voz de Pepe Grillo…
—¡Anda!, corta de raíz esa pena que te aqueja, huye cual cobarde que no sabe valorar lo que la vida enseña. Permite que tu miedo te devore las entrañas, mas no culpes a cualquiera, que la decisión errada se ha gestado desde el núcleo en donde guardas el hedor de tus quimeras.
Pero si eres hombre, permite que el reloj marque las horas libremente, no interrumpas el tic-tac de tu destino, si la pena que te agobia es mal de amores, mil amores sin buscar encontrarás en tu camino.


Roberto Soria - Iñaki
Arte de Oswaldo Guayazamín


Kokoro



La vida, generosa, se ha empeñado en compartir conmigo las lecciones más hermosas. He viajado, he conocido personas maravillosas. Desde que recuerdo amo la poesía, lo que me ha permitido plasmar tantos poemas como las gotas mismas del rocío.
Poseedor de los tesoros más valiosos…, mi familia. Cuna en donde los valores me han sido inculcados. Mis ojos han mirado mucha historia, un proceso en donde las caídas han dejado mis rodillas doloridas; pero sigo, no me arredro, pues me siento vivo, aún caminando entre los muertos.

Con todo mi cariño para mi gran amigo, poeta y analista político Francisco Pelufo Martínez —Kokoro—. ¡Venga¡ Viejo zorro, que la pluma se decanta por tu versos.

Gaviota






Volar, con mis alas engarzadas a cadenas, es un reto que estrangula mis sentidos. Miro al cielo, y los nublos debilitan mis anhelos, pero sigo empecinada, pues mis sueños necesitan libertad para vencer con el valor todos mis miedos.
Sensaciones miles se deslizan en silencio por mi cuerpo, y una voz en mi interior anuncia la batalla. —¡No te rindas!—, me grita el álter ego, un reflejo que vislumbro en el espejo.
Por instinto en las mañanas me despierto, apretando entre mis puños mis ensueños, «sé que puedo», testifico, y le pongo un precio alto a mis desvelos.
Miro atrás, el pasado se derrumba ante mi vista, los recuerdos se congelan como el hielo, el cenit de mis deseos va de prisa, y el amor que me acaricia pide un beso.
«Tiempo al tiempo», me dicta mi consciencia, entendiendo que el futuro no se debe estacionar en la cornisa, que más vale caminar con paso lento, que caer en depresión por ir de prisa.
                     
Con todo mi cariño para una gran artista, Gabriela Domina Gaviota Multicolor


Dedicatoria



Escribí este libro para usted, aún sin conocerla. En él encontrará la historia del amor que se ha fortalecido con sus besos, cuyos labios no he tocado.
Cada página describe sus virtudes y defectos, distintivos responsables del enorme sentimiento que mi humilde corazón ha generado.
Cada capítulo sentencia un escenario, tanto bueno, como malo; son los riesgos calculados.
El ofrecimiento de permanecer por siempre junto a usted está plasmado en la página 74. Encontrará el respaldo a mis palabras, incluido mi decreto innecesario. 
Sé de amores, mi experiencia es innegable, la sustentan las caídas por traiciones recibidas por aquellas que juraron mantenerse fieles y que hoy..., simplemente se han marchado.
Mis defectos los describo en la sinopsis, son bastantes, pero cada uno es necesario.
Sírvase mirar el índice, invitación para leer mi libro, o bien..., para ser confinado en el armario.
Si decide que soy digno de su amor no diga nada, tan sólo deje su reseña en mi buzón, que yo le haré llegar el manuscrito original, autografiado.


Con amor,
Roberto Soria - Iñaki 
Imagen pública

miércoles, 11 de abril de 2018

Amigo




A mí también me lo dijo, sin saber que me engañaba...

Mil noches le regalé, soñando siempre a su lado. ¡Con poemas le abracé! Sintiéndome ilusionado.

Pero el instinto no falla; el corazón me avisaba. ¡Que me cuidara la espalda! De la daga envenenada.

Me puse al tanto, mi amigo, sin que ella lo notara. Mis labios se desangraban, ¡y maldije lo vivido! Al ver que de ser su amante me convertí en sólo amigo.

Pensé con detenimiento las acciones venideras; ¡entendí que las palabras se vistieron de quimeras! Y que la distancia mata..., ensalzando las fronteras.

No sufras tanto por ella; escucha lo que te digo. ¡Si quieres emborracharte! Yo te acompaño, mi amigo. Después de todo, su ausencia..., hoy la comparto contigo.



Roberto Soria - Iñaki 
Imagen pública


El ocaso del pincel



Mis manos se crisparon sobre el lienzo; insulso y pálido cual vil mortaja. Su resiliencia se había vencido ante la muerte, junto al pincel y los colores que le amaban.
(…) —Me deslizaré sobre tu cuerpo blanquecino—. Le prometió con cada cerda ilusionada. ¡Y de color embadurnó el manguillo! Hasta lograr el exquisito clímax con su amada.
El caballete fue testigo del amor que se juraban. ¡En la paleta mil colores celebraban! No había distingo… El blanco… El negro… Hasta la escala de los grises fue invitada.
Sí, estuve ahí… Mis manos con placer acariciaban cada gota de pintura derramada, y las cerdas del pincel se daban tiempo para decorar la bata que en mi cuerpo se ajustaba.
Centenares de obras terminadas, hablando por sí mismas de las experiencias alcanzadas.
Todo era júbilo; la primavera, el verano y el otoño, hicieron pausas para beber el néctar que del lienzo y del pincel se derrochaba…, pero llegó el invierno.
Mañana gélida; ¡cristales engrosados por el hielo en las ventanas! Impidiendo que la luz del sol se presentara. Había un motivo; al interior del gran taller un cruel festín daba comienzo… Polillas asesinas devorando al caballete. La resequedad en vil orgía petrificaba a las pinturas.
Entretanto, el lienzo fustigado por los pliegues endosados por el inclemente tiempo, tan sólo musitaba.
—Pincel amado; efímera felicidad que por capricho del destino ha terminado. Mi deseo es encontrarnos nuevamente para culminar el gran idilio entre nosotros.
El pincel agonizaba. Cada cerda de su cuerpo era arrancada… Su verdugo era el solvente.
—Acércate —me dijo suplicante—. Tengo unas palabras para el lienzo…, por favor, hacedle llegar este mensaje:
Volveremos a encontrarnos; de tu amor estoy seguro. Las caricias que nos dimos han quedado registradas en las obras, sin la necesidad de recurrir a las palabras.
Me deslicé sobre tu cuerpo hasta saciarme, mientras gozabas con pasión de mis caricias. Ambos dimos lo mejor no cabe duda. Nuestro tiempo en el reloj se ha terminado. Pero me marcho jubiloso y bendecido, pues nuestro amor exponencial aunque prohibido, en mil y un trazos lucirá conmemorado.


sábado, 7 de abril de 2018

Cobardía


Nos volvimos a encontrar; yo iba con mi mujer, tú ibas con tu marido...
Y te quedaste en mi mente ¡Te robaste mis suspiros! Y como hierro candente te alojaste en mis sentidos.

Es por eso que te escribo, porque mi garganta es nudo ¡Porque me tiemblan las manos y el dolor se vuelve mudo!

Mi confesión es pecado, y tu ausencia mi castigo, Yo me pierdo en otros brazos, tú con él compartes nido.

No supimos esperar lo que dictaba el destino. ¡Y extendimos nuestras alas sin razón y sin motivo! En lugar de darle tiempo al gran amor que nos tuvimos.

Sí, es por eso que te escribo ¡Para decir que lamento la inmadurez de mi tiempo! Y haber truncado algo hermoso como en un final de cuento.

Te escribo por cobardía, haciendo a un lado el orgullo; sabiendo que no soy tuyo, porque nunca fuiste mía.


Roberto Soria - Iñaki
Imagen pública

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Suspiros agonizando; hombres y mujeres deambulando por praderas más que secas. Los infantes ya no lloran, ni siquiera se lamentan. El color de la piel es un letrero, y el aspecto físico resalta sobre el noble sentimiento.
Me estaciono en una nube; quiero huir de la vesania. Las humaredas de rencor no me impiden ver la realidad que nos aqueja. De las sombras puedo oler lo putrefacto. Transpiración de mandatarios sometiendo a las naciones en pobreza extrema. Megalómanos con palas en las manos, intentando levantar sus muros; asegurando que con eso detendrán la migración de las almas que en su tierra las mantiene presas.
De las aves analizo su volar extraño, realizando mil piruetas en el aire por demás contaminado, semejantes a los zombis que se mueven motivados por las drogas.
Maratones sempiternos; unos corren tras los otros que se saben correteados. En las grutas de la tierra se presenta el eco. —¡No hay escapatoria!— Le replica el enturbiado viento mientras sopla. Intento disipar los grandes nublos, esos que le impiden a la luz del astro rey cumplir su reto, mientras la impoluta luna se desborda en llanto ante el fallido intento.
Los letreros de —salvemos al planeta— se derriten, incendiados por la llama del candente ego. Los misóginos se abrazan celebrando que “una más” ha dejado en una fosa sus recuerdos. Las fronteras intangibles se convierten en guaridas asfixiantes, sentenciando a los viajeros a pagar el precio; en algunos casos es con sexo…, en algunos otros soportando la embestida de la bestia que traspasa el organismo con cuchillas de dolor de extremo a extremo.
Un espacio clandestino se delata: El averno. Ese sitio en que los órganos humanos tienen precio; sin desprecio para manos indolentes que se visten con atuendos de inminentes cirujanos.
Vivo o muerto; un cliché que se corona en lo inhumano. Unos gritan de felicidad, ostentando en sus vitrinas el valor de lo mundano. Otros sufren la humillante soledad; soñadores mendigando caridad, para llevar las migajas del ansiado pan hasta su mano.



Roberto Soria – Iñaki
Arte de Oswaldo Guayasamín