miércoles, 11 de abril de 2018

El ocaso del pincel



Mis manos se crisparon sobre el lienzo; insulso y pálido cual vil mortaja. Su resiliencia se había vencido ante la muerte, junto al pincel y los colores que le amaban.
(…) —Me deslizaré sobre tu cuerpo blanquecino—. Le prometió con cada cerda ilusionada. ¡Y de color embadurnó el manguillo! Hasta lograr el exquisito clímax con su amada.
El caballete fue testigo del amor que se juraban. ¡En la paleta mil colores celebraban! No había distingo… El blanco… El negro… Hasta la escala de los grises fue invitada.
Sí, estuve ahí… Mis manos con placer acariciaban cada gota de pintura derramada, y las cerdas del pincel se daban tiempo para decorar la bata que en mi cuerpo se ajustaba.
Centenares de obras terminadas, hablando por sí mismas de las experiencias alcanzadas.
Todo era júbilo; la primavera, el verano y el otoño, hicieron pausas para beber el néctar que del lienzo y del pincel se derrochaba…, pero llegó el invierno.
Mañana gélida; ¡cristales engrosados por el hielo en las ventanas! Impidiendo que la luz del sol se presentara. Había un motivo; al interior del gran taller un cruel festín daba comienzo… Polillas asesinas devorando al caballete. La resequedad en vil orgía petrificaba a las pinturas.
Entretanto, el lienzo fustigado por los pliegues endosados por el inclemente tiempo, tan sólo musitaba.
—Pincel amado; efímera felicidad que por capricho del destino ha terminado. Mi deseo es encontrarnos nuevamente para culminar el gran idilio entre nosotros.
El pincel agonizaba. Cada cerda de su cuerpo era arrancada… Su verdugo era el solvente.
—Acércate —me dijo suplicante—. Tengo unas palabras para el lienzo…, por favor, hacedle llegar este mensaje:
Volveremos a encontrarnos; de tu amor estoy seguro. Las caricias que nos dimos han quedado registradas en las obras, sin la necesidad de recurrir a las palabras.
Me deslicé sobre tu cuerpo hasta saciarme, mientras gozabas con pasión de mis caricias. Ambos dimos lo mejor no cabe duda. Nuestro tiempo en el reloj se ha terminado. Pero me marcho jubiloso y bendecido, pues nuestro amor exponencial aunque prohibido, en mil y un trazos lucirá conmemorado.


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