sábado, 29 de junio de 2019

Aviones de papel




Volaremos como aviones de papel, conducidos por el viento que acaricia las montañas. Mil piruetas nos esperan impacientes, desbordadas todas y dispuestas para conquistar lo que las aves han logrado. Imagino tu cabello, con esos rulos tan dorados como el sol que vence la frialdad del crudo invierno. Amarte es un poema etéreo que ni Bécquer supo descifrar en el ardiente verso, ese que escribí cuando me vi en tus bellos ojos por primera vez; luceros envidiables por el inventario de la bóveda celeste que atesora el gran secreto, el de amarnos sin saber porqué, sin importar el tiempo.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública


miércoles, 19 de junio de 2019

Un cuento de Hadas




Hoy, he bebido mi café, no sin antes pronunciar en un saludo el “buenos días”. Diré que, antes de sorber el contenido, acaricié los bordes de la taza que estaba frente a mí; parecía que sonreía. Pensé en Aída del Pozo, mi querida amiga, y sin darme cuenta comencé este soliloquio:

«¡Anda, Aida; disfruta! Que no te importe lo que digan de tus ñoñerías. Resolver el crucigrama de la vida no es tan fácil; lo mundano gana poco a poco la batalla. Hoy, los detalles escasean. El romanticismo —como los buenos modales—, ha perdido ese valor incalculable que servía como pretexto para ganar corazones».

«¡Qué caray…! Sin duda soy un ñoño igual que tú, porque de tazas aburridas está llena mi oficina; tazas decoradas con figuras alusivas a los viejos cuentos, esos que de niño le sirvieron a mi madre para que yo, en cada noche, pudiera conciliar el sueño».

«Os diré un secreto: Hoy que soy mayor, sigo viviendo de cuentos. ¡Pero no de los de ahora!, donde el príncipe “supuesto” se remite a echarse un polvo con la bruja de la historia; no. Sigo en pos de la princesa, confinada en una torre custodiada por dragones».

«Pero… ¡Basta ya de boberías, Aída! Porque se me va la olla».

Roberto Soria – Iñaki

sábado, 15 de junio de 2019

Patas blancas




Y ahí estaba, expectante, sentado, como dispuesto para atacar; dudé en pasar junto a él. Lucía flaco, por ende, muy hambriento. Su pelaje —totalmente negro a excepción de sus cuatro patas— era sucio, demasiado, engominado por residuos pegajosos. Me observaba, con esos ojos de mirada inescrutable; sentí temor, lo que me obligó a parar por un momento y decidir si continuar por esa acera, o bien, cruzar la calle.
Opté por la primera opción; la lección a recibir estaba escrita. Al pasar junto a él se levantó ipso facto para abalanzarse sobre mí; por instinto, lancé una patada, golpeando con certera puntería su hocico, lo que le obligó a recular hasta postrarse en el suelo. Petrificado por lo acontecido lo miré extrañado. Lamía sus patas delanteras para después, frotarlas en su cara. Gemía…, lloraba.
Me acerqué hasta él; mi mano temblorosa acarició su espalda. «Hola, “Botas”», le dije como muestra de arrepentimiento. Se levantó, bailoteando jubiloso entre mis piernas al tiempo que movía la cola. Sus orejas gachas se enderezaron con gracia.
—Es huérfano; sus antiguos dueños se mudaron. Decidieron no llevarlo; desde entonces vaga solo —escuché decir a mi espalda.
—¿Perdón? —espeté extrañado.
—Disculpe; buenos días. Soy Francisco, veterinario en el negocio de la esquina.

Después de las salutaciones acordamos un servicio: Baño, vacuna, una correa y…, alimento, agotando el efectivo en mi cartera. Después de un par de horas, “Botas”, lucía muy diferente.
«¡Anda, la casa nos espera; enséñale al humano!», le dije convencido. No tuve la necesidad de tirar de la correa, por sí solo caminó a mi lado.


Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública

viernes, 14 de junio de 2019

Por cobardía




Cómo puedo dibujar en un papel del alma el sentimiento que nació de la quimera; dime cómo, si el pincel no se acomoda, le hace falta el singular calor que de tus labios emanaba. Mi alcoba está vacía, y el suspiro que soñaba con besar la melodía que compuse para ti, ha muerto.

De pétalos resecos he cubierto nuestra almohada, con el afán de perpetuar esa fragancia peculiar que se quedó impregnada; obvio, de tu frágil cuerpo. ¿Sabes? El grillo que entonaba su estridulación celebrando nuestro idilio me reclama. ¡Entre lágrimas amargas intento consolarlo!, mas no puedo…, ya no come, ya no duerme, ya no salta.

Por las noches, subo al monte para percibir tu aliento, pero el viento se ha ausentado, y hasta el eco se resiste en repetir tu nombre. ¡Maldita sea mi suerte! ¿Por qué robaste un trozo de mi ser? Sabes bien cuánto te amaba; pero te fuiste, ¡decidiste cancelar aquel decreto medular y yo…! Sentí que me moría. Abrazaré la soledad, y pediré a la luna que acaricie mi agonía. Mis huesos se han cansado de esperar por ti, y tú, sabiendo que me quieres sinigual no vuelves, quizá, por cobardía.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública


sábado, 8 de junio de 2019

Sin un adiós




Sé que mi partida prematura te marcó la vida, mas era mi destino. Tenía que ser así, ya que los porqués inexplicables atarían nuestros caminos y yo, debía cumplir con lo que estaba escrito.

¿Sabes?, desde lejos he mirado tu tristeza; sé que sufres, sentimiento que atenaza sin piedad mi entendimiento frágil. El mensaje de mis letras es conciso; no hay adiós, tan solo un hasta pronto, y aunque no lo creas, desde donde estoy te cuido.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública

jueves, 6 de junio de 2019

Funambulista




Cómo han cambiado las cosas. Hace cuatro décadas, cuando la tecnología se gestaba solo en la imaginación, yo era dueño de mi vida; hoy, mi esencia, mi tiempo, incluidos los momentos libres que brindaba a mi familia no me pertenecen. La estadística de mi consciencia muestra un gráfico virtual en decadencia… Apenas duermo.

El reflejo en el espejo me confronta, echándome a la cara mil reclamos que inician desde mi trabajo, lugar donde me explota un puto miserable que se siente propietario de mi vida. Corrupto, acosador que viste ropa fina, producto de la esclavitud y el contubernio.

Gobierno cabronazo, que te orinas en la obsolescencia de las leyes para remendar el avaro agujero en tu bolsillo, lugar donde el pudor se muere.

El tic-tac de mi reloj no se detiene, indicativo de que debo continuar con las faenas; el hambre grita cuando el pan desaparece. Así que, como la justicia social es utopía, tomaré los hilos de mi vida; para sentirme libre, para dejar de ser un número en la lista, y ser feliz con lo que soy…, funambulista


Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública