Cómo puedo dibujar en un papel del alma el
sentimiento que nació de la quimera; dime cómo, si el pincel no se acomoda, le
hace falta el singular calor que de tus labios emanaba. Mi alcoba está vacía, y
el suspiro que soñaba con besar la melodía que compuse para ti, ha muerto.
De pétalos resecos he cubierto nuestra
almohada, con el afán de perpetuar esa fragancia peculiar que se quedó
impregnada; obvio, de tu frágil cuerpo. ¿Sabes? El grillo que entonaba su
estridulación celebrando nuestro idilio me reclama. ¡Entre lágrimas amargas intento
consolarlo!, mas no puedo…, ya no come, ya no duerme, ya no salta.
Por las noches, subo al monte para percibir
tu aliento, pero el viento se ha ausentado, y hasta el eco se resiste en
repetir tu nombre. ¡Maldita sea mi suerte! ¿Por qué robaste un trozo de mi ser?
Sabes bien cuánto te amaba; pero te fuiste, ¡decidiste cancelar aquel decreto
medular y yo…! Sentí que me moría. Abrazaré la soledad, y pediré a la luna que
acaricie mi agonía. Mis huesos se han cansado de esperar por ti, y tú, sabiendo
que me quieres sinigual no vuelves, quizá, por cobardía.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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