martes, 30 de octubre de 2018

Sin importar que duela



Muchas veces he sentido miedo; cuando las puertas se cierran, cuando la tormenta interna arrecia, cuando la quietud se ausenta…
Y me hundo en la tristeza, buscando refugio en lo perenne de mis ensueños, deshojando flores en mi afán por encontrar respuesta a mis famélicas preguntas mientras el viento me acaricia las mejillas; ausentes de color porque hasta el sol me da la espalda mientras lloro.
El dolor se aferra en conquistar mis huesos; pero el entusiasmo no merma, al contrario, se presenta retador con su armadura de tenacidad inoxidable…, es entonces cuando me levanto. Un mil estrellas a mi alrededor aplauden lo bizarro; sus destellos son farolas alumbrando mi camino, una ruta cuyas piedras quieren verme derrotada, de rodillas, como lo hace el sentenciado en el patíbulo donde lo espera la implacable guillotina.
El mundo apesta, pero hoy, decidida estoy a naufragar entre quimeras; cortaré desde raíz la hierba mala, para sembrar caricias cuyo fruto habrá de cosechar el alma buena.

Dolores Soler Martínez

Con todo mi cariño para Loly; mujer tenaz, quien no conoce de fronteras. Nunca dejes de escribir; nunca dejes de soñar; nunca dejes de insistir.


Roberto Soria - Iñaki

domingo, 28 de octubre de 2018

Carta para dos



Confesaré que muchas veces me pierdo en tu recuerdo, avivando el sonoro palpitar de tus caricias y, humectando la resequedad de aquellos besos que nos dimos como un juego.
Al igual que tú, yo también te echo de menos. Cómo no hacerlo, si nos bebimos juntos la botella de la cava con sabor de fresco verso, si deshojamos tantas margaritas intentando descubrir si yo te amaba más que tú, cuando tú, y solo tú, eras capaz de conducirme al mejor lugar del universo.
Nuestro amor era tan grande que el espacio en nuestros cuerpos resultaba insuficiente. Locos de atar, eso éramos, porque nuestras mentes construyeron un altar a los deseos concubinos, decididos a pecar frente al temor de un cruel destino.
De tus ojos, las estrellan se sintieron perturbadas por los celos; recuerdo sus destellos… Me envolvían en su haz de luz hasta dejarme ciego. “Ojos negros”, te decía; no con palabras, sino con suspiros, y con exaltaciones que brotaban desde el fondo de mi alma para conquistar el sentimiento que guardabas en el mar de tus adentros; oculto por temor a la desdicha.
No sé si llegarás a leer esta misiva, llena de tristeza compulsiva porque de tu ausencia tengo miedo pero… Por hoy es todo, ya mañana seguiré escribiendo.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública  

viernes, 26 de octubre de 2018

Sin miedo al alba



No sé cuántas veces le besé la sombra, mentiría si dijese “fueron veinte”; mi contabilidad murió en la cuenta. La estridencia de los grillos quedó muda, y la luna se ocultó tras de las nubes; nos espiaba, aprendiendo las lecciones del amor en el escenario virgen de la gran batalla. El viento era testigo.
La contienda espiritual fue demandante. En una pausa que hicimos, me bebí el sudor de su perfecto vientre para rehidratar el alma; de sus pechos succioné la miel, néctar que dulcificó lo amargo de mis incipientes ganas. —Esperé por ti seiscientas primaveras—, le dije sin palabras. Ella me besó la frente, y después de acariciar mis manos…, me ofreció un “hasta mañana”.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública


sábado, 20 de octubre de 2018

De acero y seda



Mi fragilidad podría romperse con el soplo de una ofensa, mas fui confeccionada de aleaciones resistentes.
Mis alas —invisibles— no se hicieron para decorar el interior de alguna jaula; mi vuelo es libre. Por lo tanto, mis pensamientos y sentimientos no requieren de cadenas; ataduras que pretenden minimizar mi valía.
Soy un molde; de mi vientre surge vida. Fui creada para preservar la especie, y con ello, ser reconocida.
Soy lumbrera, portadora de una gran inteligencia; tanta, como el pensamiento de los grandes sabios que hablan mucho sin decir palabras.
Inspiro amor, ataviado de ternura; eso me hace vulnerable —cierto—, y aunque a veces el flagelo me lastima, no me parte. Porque soy mujer, con ese toque singular que nadie puede superar; soy obra de arte.



Roberto Soria - Iñaki 
Imagen pública

Dar sin recibir



Mis ojos hurgan en todas direcciones con la esperanza de visualizar un oasis en medio del desierto, ajeno al orbe putrefacto de una sociedad en decadencia, cuyos entes trastabillan dando tumbos como consecuencia del sopor que los mantiene en un estado de sonambulismo.
Por fin encuentro lo que busco; ahí están, son diecinueve. Un grupo conformado por hombres y mujeres que desempeñan diversas profesiones y oficios. Se autodefinen orgullosamente como “Indios”. Son habitantes del hermoso y pintoresco municipio de El Cerrito, Valle del Cauca, Colombia.
El Club de Leones “El Cerrito Monarca” abre sus puertas; no las convencionales, sino las del alma, para dar la bienvenida a los emprendedores que engalanan las instalaciones. Las pupilas de Magnolia Stella Correa Martínez bailan de felicidad; ella sabe que de la cosecha mirará los frutos, sin importar que los apoyos económicos brillen por su ausencia. La férrea voluntad es su estandarte.
 El Comedor Comunitario Santa Luisa está de fiesta; decenas de miradas se congregan para compartir el sano hábito de la lectura y la reflexión, amparados en el mágico recurso recreativo del picnic literario; todos gozan.
Los adultos mayores de la casa para ancianos no están solos, se saben apoyados; un almuerzo decembrino con sorpresas y regalos lo confirma, el programa de inclusión es prueba de ello.
Suplir carencias y cubrir necesidades de las personas y sectores vulnerables de la zona no es un tema joven. “Nosotros servimos”; reza el lema. Me distraigo; una fila de jóvenes se mueve con destreza. Son ocho… Determinados, solidarios, altruistas. Ellos saben que su labor —sin recompensa—, allanará el camino para muchos a futuro.
Platico con Magnolia. Su mágica sonrisa la delata; su felicidad es alimento para el alma:
—Son más de seis décadas, Roberto. El compañero Alberto Ayalde González —entre sus logros—, ostenta humildemente el impagable prestigio de haber traído la educación secundaria hasta estos lares, sin olvidar el primer colegio de bachillerato —me comenta jubilosa.
Magnolia me comparte su experiencia; me siento muy pequeño ante los acontecimientos. Su grandeza espiritual es ostensible. Me cuestiono muchas cosas; entre ellas, la de replicar la singular ayuda. Si cada comunidad, o cada “tribu sin caciques” como les nombra ella, actuaran en favor de los demás, sin duda las cosas serían diferentes. Pero la mayoría de los “pastores” en el mundo cosecha encono, discordia, creando muros y levantando fronteras para mantener esclavo a su rebaño.


Roberto Soria – Iñaki
Club de Leones “El Cerrito Monarca”
Fundado el 26 de febrero de 1956
Alberto Ayalde González – Socio fundador

Cuando los seres humanos entiendan que “el dar” sin esperar algo a cambio los conduce a la felicidad, descubrirán que la vida es placentera.

martes, 16 de octubre de 2018

Ocarina sin sonido


Hace tiempo que una piedra en mi zapato me lastima…, tiene nombre; discriminación. “Tras bambalinas”, doy seguimiento —con profunda tristeza— a un hecho vergonzante como muchos. Un acto que enturbia la de por sí dudosa transparencia del deporte en mi país; concretamente, en el fútbol. Omitiré el discurso de la “igualdad” tan trillado en estos tiempos; en cambio me preguntaré: ¿Y los derechos humanos? ¿En dónde están?
Hasta qué punto debe una persona soportar injurias, malos tratos y marginación; en este caso, por el color de piel.
Un árbitro —cuya dignidad ha sido pisoteada— fue despedido de su empleo a principios de este año —presuntamente— de manera injusta. Altos dirigentes de la Comisión de Arbitraje y de la Federación Mexicana de Fútbol —cuyos nombres omitiré en esta ocasión— niegan categóricamente la acusación hecha por el silbante, quien asegura fue insultado con frases racistas como: “Pinche negro”. Injuria publicada en diversos medios de comunicación.
Estoy hablando del señor Adalid Maganda, quien advierte que, de no prosperar su querella ante las instancias legales correspondientes (CONAPRED y los TRIBUNALES DE LO LABORAL) llevará a cabo una huelga de hambre, apoyado y secundado de manera solidaria por Wilner Metelus; Presidente del Comité “Ciudadanos en defensa de los naturalizados y Afromexicanos”.
¿Tan difícil les resulta zanjar este tipo de situaciones? Dejo de lado el “deporte”, hablo de la capacidad para resolver y —de ser posible— erradicar de manera tajante actos de esta índole; aberrantes y discriminatorios.
Por estos lares decimos: “Cuando el río suena, es porque agua lleva”. Deseo sinceramente que este caso no quede “archivado” en los anales de la impunidad, y que las autoridades pongan orden para que la justicia actúe en favor de la verdad.
Cabe señalar que el “poder” que ejerce una de las televisoras más importantes en México está de manifiesto; palabras dichas por el señor Maganda. La megalomanía hace gala de presencia, debilitando a toda costa la resiliencia de quienes solo buscan laborar de manera digna, bajo lineamientos éticos, los cuales, al parecer brillan por su ausencia.


Imagen de: Adalid Maganda
Principio del formulario


viernes, 12 de octubre de 2018

Sujetador y bragas


El clímax no consiste en desprenderte de tus bragas, sino en pulsar correctamente el pequeño interruptor que te estimula el alma; de nada sirve que el sujetador se caiga, sin esos versos que te encienden la pasión incluso..., aunque yo me vaya.
Roberto Soria - Iñaki 
Imagen pública

Cómo quisiera




Quisiera tener la sensibilidad del ciego para poder mirar lo que los ojos no ven al despuntar el alba. Del poeta; el sentir de cada verso, para llegar al corazón perverso y deshacer las rocas que le impiden florecer el alma.
¡Ay, cómo quisiera! Que de mi pluma brotaran los sonetos precisos para mitigar las penas, enjugar el llanto y compartir la calma. Me imagino durmiendo en la pradera, cobijado por la luna sin tener que protestar porque la vida es cara. Sí, cómo quisiera; vivir sin guerras, abrazado a mi María, sintiéndola temblar entre mis brazos sin malicia ni utopías. La imagino besándome en la cara, hilvanando telarañas para prolongar lo corto de la vida hasta convertirla en larga; gritándome de lejos: —¡Hey, amado mío!, ¡bebamos de las aguas cristalinas de los ríos!— Mientras mis hijos juegan sin preocupaciones entre los peñascos que bordean la casa.
Cómo quisiera, decir a mis vecinos que en el pote de comida tengo una porción que quiero compartir con ellos; sentarlos a mi mesa, y reír a carcajadas sin temor a despertar mañana…
Sí, no tengo duda; cómo quisiera que la cruel verdad que nos asfixia solo fuera pesadilla, y saber que la luz de un nuevo día nos espera con paciencia…, porque la noche es larga. Cómo quisiera.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública del pintor: Leonid Afremov

jueves, 4 de octubre de 2018

Mi amigo..., "mi pana"





Tumbado por la fiebre —entre sueños— el sonido de mi teléfono móvil me despertó:
—Aló… —Es Juan Carlos, el hijo de mi amigo Jonathan:
—Don Roberto, estoy llamando desde la Colombia pa decirle que me siento “arrecho”; mi padre ha muerto. No alcanzamos a llegar a donde el médico. Ahora “mi viejo” ya está descansando; se ha librado del “hijo de puta” denominado “gobierno”.
Deje le cuento, “mi pana”: Empujé la silla, pero el hule de las ruedas se rompió antes de tiempo. Pedimos “la cola” pero nadie se detuvo pa llevarnos hasta el pueblo. Kilómetros y kilómetros le dimos hacia arriba… Usted sabe; el frío, la lluvia. ¡Yo le echaba “pichón” con la esperanza de llegar prontito, sin saber que mi padre ya no respiraba…

Escucho con atención; su narrativa me conmueve. Decir que no lloré sería mentira. Mientras hablábamos Juan Carlos maldecía, utilizando expresiones que no entiendo; al menos la mayoría. Golpeo mi puño contra el muro; la impotencia me ha vencido.
Jonathan… No lo conocí en persona; desde hace tiempo me seguía en las redes. Era el jefe de una familia humilde. Artesano, más por fuerza que por gusto. Un accidente —hace años— de desgració la espina dorsal.
«”Compadre, usted está bueno para soplar el bistec”» Recuerdo que me decía refiriéndose a mis versos.
Ahora su familia —como muchas otras— ha quedado “dividida”. Nómadas de tintes singulares; “caminantes muertos” intentando escapar del enorme cementerio en el que se ha convertido Venezuela.
El dolor me estalla en la cabeza; no sé si por la fiebre que se empeña en fastidiarme, o por la noticia que asesina mi confianza en los humanos. Mis manos tiemblan deslizándose sobre el teclado de mi ordenador portátil, pero debo escribir; la memoria de mi amigo lo merece. Además, es la única forma que tengo para liberar mi cólera.
Jonathan; gracias “pana”, honraré tu recuerdo.

«El “hombre”…, mientras más lo conozco más amo a mi perro»


Roberto Soria – Iñaki