Quisiera tener la
sensibilidad del ciego para poder mirar lo que los ojos no ven al despuntar el
alba. Del poeta; el sentir de cada verso, para llegar al corazón perverso y deshacer
las rocas que le impiden florecer el alma.
¡Ay, cómo quisiera! Que de
mi pluma brotaran los sonetos precisos para mitigar las penas, enjugar el
llanto y compartir la calma. Me imagino durmiendo en la pradera, cobijado por
la luna sin tener que protestar porque la vida es cara. Sí, cómo quisiera; vivir
sin guerras, abrazado a mi María, sintiéndola temblar entre mis brazos sin
malicia ni utopías. La imagino besándome en la cara, hilvanando telarañas para
prolongar lo corto de la vida hasta convertirla en larga; gritándome de lejos: —¡Hey,
amado mío!, ¡bebamos de las aguas cristalinas de los ríos!— Mientras mis hijos
juegan sin preocupaciones entre los peñascos que bordean la casa.
Cómo quisiera, decir a mis
vecinos que en el pote de comida tengo una porción que quiero compartir con
ellos; sentarlos a mi mesa, y reír a carcajadas sin temor a despertar mañana…
Sí, no tengo duda; cómo
quisiera que la cruel verdad que nos asfixia solo fuera pesadilla, y saber que
la luz de un nuevo día nos espera con paciencia…, porque la noche es larga.
Cómo quisiera.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública del pintor: Leonid
Afremov
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