martes, 16 de octubre de 2018

Ocarina sin sonido


Hace tiempo que una piedra en mi zapato me lastima…, tiene nombre; discriminación. “Tras bambalinas”, doy seguimiento —con profunda tristeza— a un hecho vergonzante como muchos. Un acto que enturbia la de por sí dudosa transparencia del deporte en mi país; concretamente, en el fútbol. Omitiré el discurso de la “igualdad” tan trillado en estos tiempos; en cambio me preguntaré: ¿Y los derechos humanos? ¿En dónde están?
Hasta qué punto debe una persona soportar injurias, malos tratos y marginación; en este caso, por el color de piel.
Un árbitro —cuya dignidad ha sido pisoteada— fue despedido de su empleo a principios de este año —presuntamente— de manera injusta. Altos dirigentes de la Comisión de Arbitraje y de la Federación Mexicana de Fútbol —cuyos nombres omitiré en esta ocasión— niegan categóricamente la acusación hecha por el silbante, quien asegura fue insultado con frases racistas como: “Pinche negro”. Injuria publicada en diversos medios de comunicación.
Estoy hablando del señor Adalid Maganda, quien advierte que, de no prosperar su querella ante las instancias legales correspondientes (CONAPRED y los TRIBUNALES DE LO LABORAL) llevará a cabo una huelga de hambre, apoyado y secundado de manera solidaria por Wilner Metelus; Presidente del Comité “Ciudadanos en defensa de los naturalizados y Afromexicanos”.
¿Tan difícil les resulta zanjar este tipo de situaciones? Dejo de lado el “deporte”, hablo de la capacidad para resolver y —de ser posible— erradicar de manera tajante actos de esta índole; aberrantes y discriminatorios.
Por estos lares decimos: “Cuando el río suena, es porque agua lleva”. Deseo sinceramente que este caso no quede “archivado” en los anales de la impunidad, y que las autoridades pongan orden para que la justicia actúe en favor de la verdad.
Cabe señalar que el “poder” que ejerce una de las televisoras más importantes en México está de manifiesto; palabras dichas por el señor Maganda. La megalomanía hace gala de presencia, debilitando a toda costa la resiliencia de quienes solo buscan laborar de manera digna, bajo lineamientos éticos, los cuales, al parecer brillan por su ausencia.


Imagen de: Adalid Maganda
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