A muy temprana edad, y sin directriz alguna,
pude distinguir la diferencia entre ser fuerte o débil. A lo largo de mis años
he vivido, como muchos millones de personas, prisionero del estado. Prisionero,
sí, acatando lineamientos en su mayoría estúpidos, dictados por seres perversos
y mezquinos, hasta que comprendí la palabra libertad; un estado de la mente, y
desde ese entonces, jamás he permitido que mi mente se convierta en prisionera.
En mi muro de Facebook una leyenda me define:
«Soy un inadaptado que busca estacionarse dentro de un mundo pervertido». Eso
dice, y dice mucho. Me resisto a ser muñeco de guiñol que puede ser manipulado
con el simple hecho de mover los hilos. Me opongo a ser esclavo de quien goza
del poder malentendido. Desapruebo ese sendero mal llamado “evolución” que solo
sirve para deshumanizar y aniquilar a quienes buscan la manera de sobrevivir.
En mi estado “demencial” he podido comprobar
que muchos piensan como yo. ¿Malo o bueno? No lo sé. Algunos, como yo, escriben,
otros esculpen, o pintan. Muchos salen a manifestarse por diversas causas;
perdón, salían, porque la tendencia de “quedarse en casa” está de moda, lejos
del abrazo y las caricias que producen “afección”, según los “antropólogos que
se piensan eruditos”.
¿En dónde jugarán los niños? Pregunta que
carcome mis entrañas pensando en el futuro de mis hijos. La nanotecnología me
aterra, al menos esa parte que destruye la materia; jamás pensé decir que tengo
miedo. Temor a ver morir a tanta gente que en total indefensión, como un
cordero, se resignan sin luchar en contra de quien fragua el matadero. Revolución
social, un vocablo que me alienta y a la vez me inutiliza, quizás porque me
siento enfermo de tanta suciedad. Mis palabras son cometas de papel que se las lleva el viento.
by Roberto Soria - Iñaki
No hay comentarios:
Publicar un comentario