Muchas veces me pregunto si
te amé lo suficiente, y si en mis brazos encontraste un nido; lo cuestiono por
el día cuando te fuiste, maldiciendo la palabra “olvido”. Y aquí me tienes, atado
a tu memoria, acariciando los pétalos deshidratados de la flor que reposa entre
las páginas del manuscrito que no me atrevo a publicar.
El viento compasivo se desliza
en mis mejillas, bebiendo el manantial que de mis ojos brota. La canción que te
cantaba ya no se escucha en la radio, pero sus letras vibran al compás de mi guitarra.
En donde quiera que estés, y con quien sea que te encuentres, sé que mirarás la
luna, y Celestina —como siempre— evocará para ti los versos que brotaron de mi
pluma.
Mi piel marchita ya presenta
surcos, hendiduras que cosechan las semillas del recuerdo, regalos otorgados
por mi amigo el tiempo, un lapso que tú y yo nos devoramos juntos: Si estás
viva, ámame en silencio. Si estás muerta, espérame; que mi tintero guarda un
torrencial de nuevas fantasías; las estrenaré contigo. Porque aunque no te veo,
te percibo, entendiendo que tu amor…, sigue conmigo.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
No hay comentarios:
Publicar un comentario