Escribo, rompiendo
protocolos literarios porque el corazón no late basado en lo gramatical.
El verso no se
enfada con mi pluma, y el tintero se decanta por la esencia de lo escrito.
Amar no lleva tilde, y los puntos
suspensivos le hacen paseíllo para mantener en suspenso el desenlace de la
historia.
Mis personajes nunca mueren; sempiterno
es el camino que se engrosa cual baldosa con las huellas del destino, y su resiliencia
-a prueba de infortunios-, preserva el sentimiento que se abraza a mis escritos
cual si fuese un concubino.
Mis líneas no hacen fila para ser
leídas, no se aparcan en la acera esperando una limosna; vuelan libres porque
yo les di las alas, entendiendo que la jaula con barrotes de apatía, es un
paradigma exclusivo de quienes por alguna extraña razón -quizá justificada- han
dejado marchitar el alma.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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