martes, 10 de julio de 2018

Soñadora



Me paro frente al mar, mirando la cadencia de sus majestuosas olas. Su magnificencia ha desprendido algunas gotas para acariciar mi rostro. —En este apartado lugar de tu querida tierra también existen sueños—, Susurra la marea.
El viento mece mis cabellos; un ritual para poner en orden mis ideas. La máquina del tiempo me acurruca momentáneamente en el pasado; frente a mí, una cesta reposa desbordada.
Hurgo en los recuerdos: Las promesas realizadas hacen fila, incubadas en los labios que probaron de mis besos. Detrás vienen las caricias; sudorosas, atrevidas, poseedoras de la magia que han guardado en su chistera.
Mis dedos acarician las tristezas, aquellas que tuve la necesidad de disfrazar con la careta de alegría… En el fondo de la cesta se vislumbra el sentimiento; pálido, respirando con gran dificultad a consecuencia del amor que se bebió en exceso. —No te olvides de las horas de felicidad que compartí contigo—, me dice suplicante. En respuesta le regalo una sonrisa, delineada de esperanza abrazadora.
La cesta gime; el acantilado llora, ambos tienen en común la aurora. Las gaviotas hacen circo, aleteando sobre el muelle que resguarda mis pisadas; ahora…, solas. Mi vista se ha nublado, de mis ojos brotan gotas; salinas, dolorosas. Son mis cómplices, hermanadas con el agua de las olas.
Las arenas de la playa me aconsejan, y me dicen: —Libertad no es utopía…, aunque a veces se demora—. Miro al cielo; una nube viaja lento rumbo al norte, su equipaje va cargando mi desdicha.
—Ya no sufras, es la hora —silba el viento—, un retoño te acompaña desde ahora.


Roberto Soria – Iñaki
Con cariño, para mi querida amiga Ann Plaza.

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