Decir
te amo, en ese soliloquio donde el eco me devuelve mis palabras, echándome a la
cara el sinsabor de la derrota en ese intento fallido por tenerte; quizás por
cobardía.
He visto cómo
muere la luz del día sin ti, quedándome en penumbras, abrazado a tu recuerdo,
el cual, robé sin que te dieras cuenta.
Tu silueta
está grabada en mi memoria; en ella estreno las caricias que se gestan en mi
piel cuando te sueño.
La voz de mi
consciencia dicta para ti mil versos nuevos, y en ese frenesí que se desborda
por quererte, lamento discernir con el tic-tac de mi reloj porque las horas
marchan lentas.
Qué difícil
entender la realidad, discorde del final que se describe en el ritual de los
hermosos cuentos; utopías escritas por aquellos amantes de verdad, llamados
locos por bordar el sentimiento.
Tal vez deba
morder mis ganas por besarte; sí, eso haré, hasta horadar mis labios y dejarlos
secos, al punto tal, que no sea fácil pronunciar tu nombre.
Cuando el
albor de la mañana se presente, habrá un espacio para ti en mi mente, sin
importar que la distancia entre los dos se burle de un amor que se ha forjado
diferente; producto etéreo de un ferviente soñador, que se cobija en la
presunta indefensión, por ser demente.
Roberto
Soria – Iñaki
Imagen
pública con fines artísticos
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