viernes, 31 de enero de 2020

Aunque me duela el alma



Te sigo echando de menos, en especial, cuando me siento sola. Te busco en los lugares donde tantas veces compartimos juntos los momentos de felicidad, envueltos en el palpitar de nuestros corazones trémulos.

Recuerdo tus palabras, casi siempre acompañadas de caricias que se deslizaban en la pista de mi piel ansiosa por sentir tus besos. Mis ojos, color de caramelo, brillaban con la intensidad de los cometas que se atreven a surcar el cosmos; espacio conferido para unirnos y formar una partícula adyacente a nuestro interminable cielo.

Las estrellas que vigilan tu recuerdo lloran en el titilar intermitente que me aturde el pensamiento, haciendo que mis labios tiemblen, y con eso, balbucear con gran dificultad tu nombre. ¿Sabes? Estoy cansada; cansada de mirar el horizonte, de remover cenizas entre los escombros del amor que se resiste a desprenderse de mi ser y yo, sigo insistiendo, con la esperanza de mirarte nuevamente al despuntar el alba y despertar de mi espantoso sueño.

Me sigo preguntando los porqués de tu partida, tan inesperada como el rayo que presagia la tormenta, destrozando con su estruendo sin piedad la calma.

Poco a poco mueren los suspiros que se alojan en mi pecho… ¡Tengo miedo! ¡Mucho miedo! Temor de que tu imagen abandone mi memoria, y con ello, dar por terminada nuestra dolorida historia, carente de un final como en los bellos cuentos.
Sí, te sigo echando de menos; tan es así, que me maquillo para ti como en los buenos tiempos, luciendo zapatillas deportivas y mis pantalones nuevos, sin olvidarme del perfume que encendía tus feromonas mientras tú, en franca gallardía, incendiabas mis famélicos deseos.

De nada sirve claudicar; es mejor morir en el intento. Así que volveré mañana, con la frente alta y la ilusión intacta, sin importar que la impaciencia en el reloj me robe cada instante sin tu amor…, aunque me duela el alma.


©Roberto Soria – Iñaki
Mary Aza Cano


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