Mi grito es fuerte, intentando traspasar los
muros indolentes de la puta realidad que me asesina; pero mi voz, apenas
perceptible, se ahoga en los lamentos que se pierden en el viento.
Lo sé, estoy demente; demente porque pienso
diferente a los demás. Mis locuras se decantan por mirar lo inexistente, haciendo
añicos la indolente vanidad que sabotea mis pasos. A veces el desgano me devora
con sus fauces afiladas, quebrantando la esperanza de vivir contenta.
El tiempo es un cadalso que sentencia la ignominia;
ofensas que se vierten en el plato de la sociedad que va perdiendo el rumbo, mientras
yo, hundida en la penumbra, intento renovar la convicción de subsistir, al
menos mientras llega la cordura que se instale en mi existir para engrosar mi
resiliencia.
No puedo conjugar el verbo amar, al menos no
cuando me miro en el espejo y pienso que el reflejo miente. Sin embargo, deseo
continuar, insistir hasta el final con pundonor sin detenerme. ¡Qué importa lo
que digan los demás…! Seré valiente, entendiendo que caerse es un proceso
natural, no solo para levantarme, sino para ser coherente.
Roberto Soria – Iñaki
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