viernes, 31 de enero de 2020

La triste realidad




Mi grito es fuerte, intentando traspasar los muros indolentes de la puta realidad que me asesina; pero mi voz, apenas perceptible, se ahoga en los lamentos que se pierden en el viento.

Lo sé, estoy demente; demente porque pienso diferente a los demás. Mis locuras se decantan por mirar lo inexistente, haciendo añicos la indolente vanidad que sabotea mis pasos. A veces el desgano me devora con sus fauces afiladas, quebrantando la esperanza de vivir contenta.

El tiempo es un cadalso que sentencia la ignominia; ofensas que se vierten en el plato de la sociedad que va perdiendo el rumbo, mientras yo, hundida en la penumbra, intento renovar la convicción de subsistir, al menos mientras llega la cordura que se instale en mi existir para engrosar mi resiliencia.

No puedo conjugar el verbo amar, al menos no cuando me miro en el espejo y pienso que el reflejo miente. Sin embargo, deseo continuar, insistir hasta el final con pundonor sin detenerme. ¡Qué importa lo que digan los demás…! Seré valiente, entendiendo que caerse es un proceso natural, no solo para levantarme, sino para ser coherente.


Roberto Soria – Iñaki


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