Hoy, el ser humano construye la realidad
sobre escenarios distópicos, creados para fines contrarios a la evolución. El
hombre, enemigo del hombre mismo, busca con afán el poder: no para construir,
sino para generar el caos.
La falta de educación integral y de
consciencia plena, aunadas a los discutibles “avances tecnológicos”, se
conjugan para dar cabida a la desinformación (Fake news). La sociedad se ha
convertido en el mejor artículo para comerciar, tranformándose en producto perecedero
como los recursos naturales del planeta.
El encono, nunca antes visto como ahora, está
latente: la ética ha sido expuesta, quedando de manifiesto la incapacidad de
razonamiento y tolerancia, de aceptación y entendimiento. Ofendemos,
descalificamos y clasificamos a la personas con una facilidad asombrosa. La distorsión,
cual espejismo, sobrepasa la verdad que se presenta lánguida.
Los megalómanos se apoderan de las voluntades
frágiles: estos últimos, seres, en su mayoría, carentes de dignidad, de amor
propio y de intelecto, incapaces de ejercer su libre albedrío para emancipar su
libertad de pensamiento y el derecho de existir.
La dependencia se agiganta, confinando las
virtudes y capacidades del individuo en el oscurantismo de la mediocridad y el
conformismo: es difícil aceptar la realidad cuando esta duele, pero el reflejo
en el espejo nunca miente.
Roberto Soria – Iñaki
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