lunes, 10 de agosto de 2020

Las Diosas habitan en la tierra




Pocos son lo que logran despojarse de las cosas buenas y malas del pasado, un tiempo verbal ya inexistente, traducido en lecciones de vida. No es cosa de valor o dignidad, tampoco de decir “yo hice o dije”, sino de pararse erguido mirando hacia adelante y pronunciar para los adentros de uno mismo:

«Aquí me tienes frente a ti, vida, carente de partículas mundanas y desnuda de prejuicios. Enfermé de cuerpo y alma y hoy estoy aquí para sanarme. Erré mil veces, mas no diré que me arrepiento: aprendí a forjarme en el incierto vendaval del tiempo que atesoro y, siendo justa, acepto sin reclamo las caídas que me hicieron madurar cuando vencida estuve. La vida en rosa no es aquí, en este mundo conformado de desdichas y traiciones: está dentro de mí, en ese sitio donde guardo tantas cosas bellas. Sé que muchos juzgarán mis desaciertos; merecido me lo tengo. Intentaré no hacer escarnio del ayer en mis recuerdos. Coronaré con flores la parcela agreste que aceptó que mi semilla germinara, regada con el llanto que brotó de mis pupilas, otrora opacas porque el brillo se apagó cuando la luz del sol me dio la espalda. Hoy sé que todo lo que hice es nada, y de la nada volveré a nacer cada mañana, sabiendo lo que soy, mirando al norte y levantando la mirada.»

by Roberto Soria - Iñaki

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