Decir
«Ya no te quiero» fue tan fácil para ti, que te marchaste sin dudar con quien
detrás de mí se convirtió en tu amante. Con dignidad guardé los trozos de la
pena que dejaste en los rincones de mi ayer; había tanto por hacer que decidí
hacer nada.
El
tiempo en el reloj se resistió a parar; el filo de las crueles manecillas se
clavaba como dagas en los poros de mi piel y yo, cual vil cobarde, había dejado
de luchar. Los estragos del alcohol surtían efecto, y
te maldije. Mas nada es para siempre… ¡Con la mente clara me enfrenté a mí
mismo! ¡La cruda realidad se defendió implacable…! Y la vencí.
Hoy
que has vuelto suplicante debo confesar que me sorprende. No te puedo recibir;
estoy convaleciente, con el alma remendada con aguja y sal, pero consciente.
Ya
lo ves, no soy el mismo. Perder es un enfoque visceral que deseché de mi
memoria; hoy quiero la victoria. No me vuelvas a buscar; no soy tan fuerte.
Roberto
Soria – Iñaki
Imagen
pública
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