jueves, 2 de mayo de 2019

Sin rostro




Esa noche era especial. Amelie, hundía sus estilizadas piernas en las medias de seda color humo; el traje sastre que usaría le aguardaba en el perchero. El delicado frasco de Burberry se deslizó entre la tersura de sus manos… Tres disparos hacía arriba, justo por encima de su larga cabellera; el atomizador se presentaba generoso. Amelie recibió el rocío —Très bien; pour toi—; pronunció con voz melosa, con ese acento francés que delataba sus orígenes al interactuar por esas calles Neoyorquinas que le habían acogido cinco años atrás.

Tres meses, noventa largos y desesperantes días; tiempo que ella había tenido qué esperar desde la última cita para reunirse nuevamente con su amado. Antoine —como ella le llamaba—, llegaría para romper el ayuno involuntario de la ausencia. Él, era en apariencia un vendedor internacional de joyería; las piedras preciosas eran su especialidad según decía, aunque Amelie tenía sus dudas. Era extraño, pero Antoine nunca aparecía cuando los atentados en Europa se gestaban.

El embellecimiento hecho ritual había cesado. Amelie lucía espectacular. Su vista se posó sobre la mesa del comedor en el lujoso apartamento: Velas, champagne, caviar, flores…, todo estaba en su lugar; escenario perfecto, impecable. Abruptamente, el sonido de su teléfono móvil rompió el silencio que reinaba dentro de la habitación; el corazón de la bella Amelie latió deprisa. —¿Antoine?—, pronunció, conteniendo la respiración. Segundos después, el sofisticado Smartphone se deslizaba entre sus delicados dedos para chocar contra el suelo… Esta vez, como muchas otras más, el hombre no vendría; así, sin más preámbulo que un «Te llamaré más tarde»
Amelie frotó sus ojos con el dorso de su mano; el líquido salino había estropeado el maquillaje. Con cierto enfado y, como si fuese una autómata, se despojó de los tacones, apagó las velas, y se sentó frente al televisor…, era tiempo de esperar. Treinta minutos más tarde, las noticias anunciaban la explosión de un coche-bomba; esta vez, en Italia.

Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública


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