Me gusta cuando riñes, cuando te aferras en
decir que mis caricias no son tersas; te miro de reojo, sabiendo que tus labios
tienen sed aunque me digas que de amar no tienes ganas.
Después de discernir sobre el pudor me
abrazas, deseando que la luz en el farol se apague sin temor para dejar que el
fuego nos calcine el alma. Te miro sonreír, porque sabes que después de
discutir, llega la calma.
Roberto Soria – Iñaki
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