Decidimos —sin presión alguna— navegar en ese “barco de papel” sin importar que
nuestro mar fuese agitado. En el timón, tus prendas descansaron, y en el encaje
de tu sostén mis ilusiones se enredaron; quedándose mis huellas dactilares
atrapadas en el broche que no opuso resistencia alguna.
Hicimos el amor en plena proa ¡Hundiste tus uñas en mi espalda!,
¡y tus dientes se clavaron en mi cuello como queriendo arrancar los viejos
besos ajenos a tu boca!
Recuerdo que me desnudaste el torso, profiriendo un lenguaje tan
soez que enardeció cada poro de mi piel hasta explotar como volcanes vomitando
lava.
Ataste mis manos con el cordel de las anclas y sin más, me
hiciste tuyo, hasta romper el hilo del orgullo cual si fuese telaraña. De tus
pechos me bebí el pudor, y de tus muslos, ese néctar singular que se desprende
del panal para endulzar la hiel que nos amarga el alma.
Los fuertes vientos derribaron nuestros miedos. Lo hicimos
tantas veces que la luna terminó en caricias con el alba… Pero el papel de
nuestra barca era delgado; tan era así que al deshacerse, nuestros cuerpos se
perdieron en la mar por separado... Se nos ahogaron las palabras.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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