La tienes, como el cielo tiene a las estrellas, al
igual que el magma que se aloja en los volcanes, o como los granos de arena que
se besan en las dunas tan candentes por la pasión del desierto.
Sí, la tienes, sin reconocer que tus ojos son afortunados, por mirarla en
desnudez no sólo en cuerpo, porque de verdad no dudo que también le has visto
el alma.
Mas no te importa, la ignoras, sin lamentarte si sus ojos lloran, o si sus labios se han secado por la ausencia, esa ausencia gélida que corta los ensueños cual cuchillas afiladas por el líquido letal de los desprecios.
Y yo, cuyo nombre no pronunciarán sus labios, porque al hacerlo se le llamaría pecado, un pecado que la sociedad condena, cuando un hombre como yo, se confiesa enamorado.
Te digo, que retomes el camino, que le construyas con flores un nido, antes de que el corazón de ella, se vaya llenando de odio, y también de olvido.
©Roberto Soria - Iñaki
Imagen de United Artists
Mas no te importa, la ignoras, sin lamentarte si sus ojos lloran, o si sus labios se han secado por la ausencia, esa ausencia gélida que corta los ensueños cual cuchillas afiladas por el líquido letal de los desprecios.
Y yo, cuyo nombre no pronunciarán sus labios, porque al hacerlo se le llamaría pecado, un pecado que la sociedad condena, cuando un hombre como yo, se confiesa enamorado.
Te digo, que retomes el camino, que le construyas con flores un nido, antes de que el corazón de ella, se vaya llenando de odio, y también de olvido.
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