viernes, 24 de noviembre de 2017

Una gota de pintura


«Análisis existencial.» Así define su transitar por el camino que ha dispuesto la vida para ella. Se cuestiona, y sus reflexiones evocan mil recuerdos que la llevan de la mano hasta su infancia… —Si mi padre nos hubiera dado el tiempo y el cariño necesario. Pero, ¿qué sé yo lo que sentía mi padre?, si muy poco pude ver sus pensamientos—. Se dice a sí misma, entendiendo que la vida no es tan fácil.
Cubre su rostro con ambas manos, sin darse cuenta que los múltiples colores embadurnados en sus dedos dejan huella.
Deposita sus codos sobre la pequeña mesa de trabajo, al tiempo que las compuertas de sus grandes ojos se abren para franquear el paso del líquido salino. Sin embargo, esboza una sonrisa, producto del contacto visual con tres pequeños que danzan sin cesar entre los frescos.
—Te extraño, madre. Qué feliz serías entre tus nietos—. Una frase que repite cada vez necesita de un abrazo. Sus dedos se deslizan sobre sus mejillas, en un intento por enjugar las lágrimas silentes que conllevan la amargura. Se alborota la melena de rizos más que dorados… Levanta la frente, irguiendo el pecho, y canta. Se trata de una canción de Rock que sonaba en los 80’s. Le llena de energía, pero termina tarareando los compases de aquella melodía clásica que trae ceñidos mil recuerdos.
Reflexiva, observa las paredes de su casa —¡Los convertiré en murales! Así perdurarán mis obras— musita para sus adentros. Escucha voces… —¡Anda, Gaviota, llegó la hora de extender tus alas!—. Ella mira en todas direcciones, mas no hay nadie, y de nueva cuenta escucha… —acá, mira, somos nosotros, alma de tu alma. Somos tus obras de arte, y te amamos con locura.


En honor a mi querida Gabriela – Gaviota Multicolor, con todo el amor y respeto que se le puede tener a una gran artista. Mujer, madre..., soñadora.


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