Coincidieron: Ella y él, en ese espacio indómito, lugar donde las fieras
humanas marcan territorios; selva de asfalto, cementerio de ilusiones tan
efímeras como el suspiro que se sabe transitorio. Confundir amor con compañía
es un agravio; trampa que se gesta en la necesidad de suplantar la soledad con
ironía.
Vayamos al menú del día.
Ciento ochenta grados; temperatura del horno que cocina la ignominia.
Los ingredientes que requiere el recetario están sobre la cama: El plato a
preparar son «Sueños rotos»:
Una porción de abandono
Dos cucharadas de mentiras
Una pizca de promesas
Media taza de fantasía
Un trocito de amargura
Una barra de placer y…
Sal al gusto
Mezclar los ingredientes el tiempo necesario, hasta lograr la
consistencia del problema. Después, hornear por tiempo indefinido; que la flama
del encono tueste la textura del amor comprometido, hasta formar una costra…,
la costra del olvido.
Verter en platos hondos, tan profundos como la botella que custodia el
vino. Cortar con el cuchillo más filoso el producto ya servido, hasta desgarrar
los grandes trozos que degustará la iniquidad del comensal que saciará su
apetito tan mezquino.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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