Me dijiste «ámame», y te arrebujaste el pelo.
Permitiste que mis manos estrujaran tus
desvelos y yo…,
yo tan solo me dejé llevar por la ironía;
no sabía que te quería.
Y me bebí tus besos,
caricias cual tizón que me quemaban dentro,
tan dentro que mi corazón se puso al rojo
vivo,
convirtiéndolo en carbón que se devora el
fuego.
Repetiste «ámame», con ese toque singular de picardía;
mi rostro se perdió en tus pechos…
No supe qué pensar,
porque pensar está prohibido para amar y yo...,
amarte te quería.
La luna se apagó de madrugada,
ocultando lo febril de nuestros cuerpos.
¡Yo me quise retractar del verbo amar…!
Mas no pude continuar… Ya estaba muerto.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
No hay comentarios:
Publicar un comentario