martes, 27 de febrero de 2018

Amor de una horas




Sábanas de hotel, cual tempano de hielo, sin la tersura necesaria para conformar un nido. Envoltorio de cuerpos volcánicos ardiendo por el magma. Testigo mudo de amores confundidos por el fuego, en pos de compañía.
Sábanas de hotel, escuchando los quejidos del placer que se desborda. Celestinas de los idilios fingidos; prisioneros todos, mitigando su sed con esas lágrimas que brotan ante las promesas rotas de un cariño aventurero.
Citas clandestinas, concertadas por las cuatro paredes blanquecinas, acompañadas por el respiradero que con gran dificultad absorbe los olores a tabaco, sexo y vino. —¡Hazme tuya!— Locución con oquedad tan infinita.
Palabras fabricadas, caricias palpitantes, sudores elocuentes ¡Fusión ardiente! Y después de contemplar el clímax…, el silencio que sin previa invitación, se hace presente.
Hogueras tantas como las estrellas tu regazo ha sosegado… Hirientes frases cual cuchillas que se clavan en el pundonor has escuchado. Pero nada que no se pueda lavar con el agua y el jabón aquél, que se dice perfumado.
Amor de unas horas, donde el segundero del reloj hace mil pausas, imitando el movimiento de los cuerpos. Túnel del tiempo, observador de las prendas que reposan en el suelo, las que al regresar a su lugar de origen, intercambian un “te quiero” peculiar, por una frase obligada ante un favor…, —cuánto te debo—.



Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública


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