Observo, desde aquel
resquicio bien estructurado sobre la base del tiempo. Mis manos hurgan entre el
viento, segregando las partículas de polvo. Cientos de mensajes se reflectan.
Algunos, milenarios, escritos en pergaminos que destilan el aroma peculiar de
la oquedad que lleva consigo aquella vieja conocida…, la razón.
Mi presencia pasa desapercibida.
Escucho con atención. Los sonidos entremezclados desmenuzan las historias cotidianas
de los vivos y los muertos. Todos coinciden. La reunión es en la sala del recuerdo.
El quórum guarda silencio, pues el juez que presidirá el debate se ha sentado
frente a ellos.
—Bienvenidos todos—. Saludo que se engrosa con el eco. Algunos de
los asistentes esbozan una sonrisa cordial, otros, fruncen el ceño.
La vibración emitida por el
mallete impone orden. —Señor fiscal, adelante con su testimonial—. Ordena el
juez. Al tiempo que fija su mirada en la presunta culpable.
—¡La intolerancia!, su Señoría
—alude el fiscal—. Acúsale la mayoría de transgredir el libre albedrío —continúa
diciendo— En muchas ocasiones ha sido sorprendida violentando los derechos de
terceros. En flagrancia la han pillado censurando, haciendo señalamientos peyorativos
que atentan en contra de la honra. ¡Daño moral! ¡Eso es lo que ha causado!
Confronta, evade, difama,
ofende y exhibe… Con su venia, señoría ¡Pido para ella la pena máxima! Toda vez
que se cuenta con la evidencia suficiente que incrimina a la inculpada.
Ante tal acusación, las voces
en el pleno presentaron decibeles de consideración. Unas a favor, otras en
contra. El juez tuvo la necesidad de recurrir de nueva cuenta a su mallete —¡Orden!
¡Orden en la sala!—. Sentenció imponiendo calma. Y cuando el silencio retomó su
lugar en la butaca del estrado…
—¡¿Qué dice la defensa?! —Conminó
el juez.
El abogado defensor, un nombre
pequeño de nombre Complicidad, se puso de pie frente al juez. Y cuando todos esperaban escuchar el argumento
sólido que desvirtuara de manera categórica el testimonio del fiscal… una voz
débil solicitó mostrando inseguridad.
—Mi cliente, su Señoría…, es
decir, nosotros, solicitamos una prórroga para poder apelar.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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