No soy tu dueño; puedes irte cuando quieras. Las lecciones que aprendimos
juntos no se adquieren en la escuela.
Quizá nos preparamos para ser felices; cada uno por su lado. Seremos
nuevamente dos extraños, aunque debo confesar que queda un hueco entre la palma
de mi mano.
El mirar dispuesto tu equipaje me sacó de mis casillas; quise odiarte.
Maldiciones enturbiaron mi
razonamiento, te llevabas lo que tanto esfuerzo me costó por conquistarte.
Pero tuve valor, ¡saqué fuerza del coraje! Me paré frente al espejo, y
pude ver lo que sin duda despreciaste. Hoy lo entiendo.
Carezco de solvencia moral para juzgarte. Los defectos sobrepasan mis virtudes,
de lo cual..., yo soy culpable.
Mi deseo por tu felicidad sigue latente. Seré el ausente, y las huellas
de mis pies me llevarán hacia el olvido; ahora sólo quiero acariciar las
grandes cosas que viví contigo.
¡Anda, vete! Porque de quedarte tentaré a la suerte, suplicando un -no
te marches-, por mis ganas de quererte. Buena suerte.
Roberto Soria - Iñaki
Imagen pública
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