Cierto que quise matarle, echar mano del
cuchillo, ¡cortar de tajo su cuello!, aquel que tanto besé, por placer y con
deseo; pero…, me abandonaron las fuerzas.
Me pregunto qué hice mal, si dejé mi mundo
atrás para seguirle los pasos, como perro que acompaña para ganar la caricia, pero
él ya no me amaba, lo supe por su malicia.
Una tarde calurosa comenzó la pesadilla; ¡poniéndome
de rodillas me golpeó inmisericorde! Y aunque quise defenderme no pude con la
deshonra. ¡Después de tanto violarme se abotonó la camisa, y con sorna despiadada
me dijo entre risa y risa!
—Me voy con otra mujer; podéis moriros si
quieres, pues poco y nada me importa; me interesan los placeres —y se marchó…
A la mañana siguiente los vecinos pregonaban:
«Con una bala en la frente, encontraron al cantante.
Se sospecha del marido, de la dama que en su nido, le dio placer al amante».
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública©
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