miércoles, 3 de enero de 2018

Año viejo


Año viejo, es mi turno de mirarte en agonía… Tú, que llegaste tan seguro, con valijas repletas de esperanzas, ¡mírate! Luces cansado. Tras de ti, una estela de desgracias, baraja de infortunios cuyos naipes jugaron con la buena voluntad en donde muchos…, perdieron la partida.
Tus promesas impolutas se extraviaron en el fango. No te aflijas, te comprendo, después de todo, la responsabilidad del cambio conductual no es cosa tuya.
Fuiste testigo mudo de desastres naturales. La única invitada salió siempre victoriosa. La muerte.
También escuchaste centenares de mensajes pretenciosos, provenientes de líderes perversos que contaminan el orbe, cuya demagogia pestífera amasó fortunas exorbitantes en favor de su linaje. Sí, de unos cuantos, quienes brindarán en copas de oro con el vino extraído de viñedos cuyo fruto, tiene sangre.
A lo largo de tus días la felicidad se hizo presente. Selectiva, lo mismo que la salud. El precio para disfrutarlas fue muy alto, tanto, que muchos terminaron aceptando enfermedades y desdicha sin tener conocimiento que la cura…, es costosa.
Conociste al gran Gigante, “la evolución”. Con esas piernas enormes que hacen pasos demasiado grandes, algunos para bien y otros… para acelerar la destrucción. Pero, cambiando de tema, dime, ¿cómo será tu sustituto? ¡No!, no digas nada, es mejor que lo reciba con laureles. Supongo que al nacer, igual que tú, me hará muchas promesas. Sólo espero que la cuna que le dé la bienvenida no se asemeje a un curul.
Descansa, querido amigo. No te preocupes por nada, después de todo el olvido será ese cruel epitafio, en tu tumba abandonada.


©Roberto Soria - Iñaki
Arte de Oswaldo Guayasamín

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