miércoles, 6 de diciembre de 2017

Mi compañero de vuelo


Extiende sus alas, impetuosa, majestuosa. El viento se amilana, pues no puede contender con los colores que de la Gaviota emanan. El cielo, con esa palidez que lo caracteriza, se decanta en favor de tan imponente vuelo. Tres pares de ojos la observan, establecidos en el nido porque sus pequeñas alas todavía no despliegan. Son sus crías. Expectantes, entendiendo que las peripecias de su madre son lecciones importantes de supervivencia.
Mil piruetas en el aire, circenses todas ellas, acompañadas por el cántico envolvente que desgrana las palabras y caricias del amor filial que le acompaña.
Los rayos del sol han preparado para ella centenares de mensajes, todos llenos de esperanza. —¡Vuela tan alto como puedas, querida Gaviota!— Exclama el eco proveniente de las montañas escabrosas, ése que se muestra retador, estimulante. Ella entiende las alabanzas y, aunque no se pierde en el elogio, el temor de la caída estrepitosa le hace escolta. Pero no tiene elección, pues el viejo cazador de su pasado acecha.
Su objetivo, superar todas las pruebas para poder emular el vuelo del solemne Buitre Griffon de Rupell. Aquél que finca su meta en tocar el infinito. La Gaviota desciende de sus sueños, para depositar en los picos de sus crías alimento.
Nuevamente emprende el vuelo, expandiendo sus alas cual pinceles que deslizan su pelaje sobre lienzos. Se siente libre, lo sabe porque su álter ego se lo indica. Ella entiende que su statu quo debe ser aprovechado, es el único camino para derrocar al miedo.


©Roberto Soria - Iñaki
Dedicado para mi gran amiga Gaviota Multicolor. Con cariño.


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