Hoy me pienso sacudir el miedo, como
lo hago con el polvo en mis ventanas. Titilaré como la flama de la vela que me
alumbra, y meceré mis desvelos en la cama.
Me pararé frente al espejo, y
admiraré los reflejos que de su cuerpo plano emanan. No sólo eso, acariciaré
sus rasgos y los miraré a los ojos para decirles que por fin acepto el reto, el
de conciliar mi mente con el alma.
Sí, hoy me pienso sacudir el miedo,
sin importarme las cosas que vendrán mañana, porque el mañana es un futuro
inexistente, que me presenta un panorama basado en la añagaza.
Mi statu quo lo demanda, al darme
cuenta que la libertad es mansa, que no hay cadenas que aprisionen mi garganta,
y que el Cenzontle entre la aves se distingue porque al amor…, le canta.
Hoy me pienso sacudir el miedo, para
vestirme con el traje de la gloria, mi propia gloria, producto del tesoro que
custodia mi memoria, cuyos recuerdos danzarán en el templete, hasta que llegue
la invitada principal…, la muerte.
Decidido está, y si la sonrisa de mis
labios no aflorara, recurriré al pincel que la simule, con acuarelas que
dibujen el maná sin limitantes, para disfrutar el dulce néctar que por mucho…,
me robaron mis amantes.
Y de avatares nada, porque la
voluntad y la confianza que me asisten no desmayan. Así es que… ¡Miedo,
prepárate! Porque no pienso perder esta batalla.
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