Le grité un reclamo al cielo por las vicisitudes de mi vida
y éste me respondió con el viento entristecido.
No soy culpable de tu ignorancia
mucho menos de tu demencia fallida
a lo largo de tu andar te brindé oportunidades
tantas como la hierba silvestre que tapiza los trigales
y qué hiciste; ¡derrochaste!,
no supiste aquilatar las semillas que tus pies pulverizaron.
No obstante lo acontecido no debes preocuparte
te concedo lo que te resta de vida para que retomes el camino
pongo a tu disposición lo que la naturaleza otorga
puedes saciarte en exceso de las maravillas de este mundo
no te limites, toma lo que puedas hasta apaciguar tu ego
la responsabilidad de la administración es toda tuya
y la próxima vez que apeles piensa
si tus manos están vacías
no ha sido por culpa mía.
Un gesto de generosidad endosado por la vida misma. Olé.
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