Hola, querido año viejo. Veo con tristeza que tus horas están
contadas, pero antes de que te marches quiero que sepas que he apartado para ti
un lugar muy especial en el baúl de los recuerdos.
Desdichas y alegrías pusiste a mi disposición; enseñanzas todas.
No hay reproches de parte mía, pues a cada minuto me entregaste lo que en tu
valija había. No sé si administré los bienes de manera responsable, mas luché
por conquistar las metas; los surcos en mi piel son mis testigos.
Es cierto que pagué muchas facturas, de costes altos como el
mismo cielo… Quizás lo merecía. Escudarme en la ignorancia no me vale; sería
como pretender cubrir mis yerros con la autoconmiseración y sabes bien que la
detesto.
Gané y perdí, me queda claro; así es la vida. En el balance de
las cuentas salgo a mano; redoblaré el esfuerzo el año entrante si es que soy
merecedor de la revancha.
¡Oye…! Casi lo olvido: Colgué mil fotos en el muro de la
ausencia, alusivas al correr del implacable tiempo; en todas sales.
Espero que no olvides la promesa que me hiciste, la de caminar
tomados de la mano las cincuenta y dos semanas; yo sigo firme, aunque mis
cabellos pinten canas.
Nos hemos puesto flacos y ojerosos; nuestro andar es ya cansino.
No obstante, seguimos removiendo las piedras del camino. ¡Oye! Muchas gracias.
¡Anda! ¡Bebamos del buen vino! Pues tú te vas en unos cuantos días, mientras yo
me quedo a cumplir con mi destino.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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