Y me quedé parado en esa esquina, mirándola desaparecer mientras se me desgarraba el alma, con el frío acompañando a mi tristeza, clamando al unísono por recobrar la calma. Y no es que ya no le adorara, simplemente comprendí que era el momento justo para dejar que se marchara, llevándose consigo mis suspiros, mi corazón y hasta mis sueños enfundados en la nada.
Lindas palabras para un mundo tan perverso
ResponderEliminarNo hay perfección, sólo ideologías, algunas grupales, otras individuales.
Eliminar