Miradla, corazón, y ve a por ella. No
permitas que el reflejo en el espejo distorsione su mirada, culpa de las
lágrimas que brotan inmisericordes. ¡Anda! Decidle que también la echas de
menos, y que tus noches son tan largas como el sufrimiento que se aloja en
vuestros cuerpos.
¡A qué esperas, corazón!; no sientas miedo,
que la comparsa de los bellos sentimientos viste sus mejores galas. Sed felices
en lo dulce de los sueños; el albor de la mañana está dispuesto a calentar el
gélido pudor que por amor, parece muerto.
Y no te achiques, corazón, expande tu latir
hasta lograr desvanecer el rictus de dolor por no saber decir cuánto la
quieres. Dejad que broten los suspiros; la prosa es lo de menos, porque las
palabras sobran cuando las caricias hablan, y tú lo sabes, corazón, por los
recuerdos.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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