Dormí contigo, amparada en la promesa que me
hiciste de vivir conmigo; palabras sin sentido. Y te creí, pensando que tal
vez, con el correr del tiempo, tu cariño avivaría mi fuego.
El tiempo se hizo cargo de mostrarme el cruel
destino; la miel que de tus labios me bebí se puso amarga, y tus caricias se
volvieron como el hielo. La triste realidad era una daga, seccionando sin
piedad el sentimiento que guardaba para ti; ¡maldita sea!
No tuve más opción que renunciar a ser
querida. Tallé mi piel, con la piedra del olvido, intentando deshacerme de tus
besos pervertidos; dejé de amar, y de sentirme tu mujer, porque mintió tu ser,
al prometer que tú, ansiabas convertirte en mi marido.
Roberto Soria – Iñaki
Imagen pública
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