Pero me hice del timón, le tomé con toda mi fuerza, las olas reaccionaron con bravura, embistiendo mi navío al igual que lo hace el toro en pleno burladero.
Días aciagos, cada uno con su respectiva noche, me encontraba hambriento de cariño, sediento de un entendimiento que me sustrajera de la auto conmiseración que me cegaba.
El casco de mi embarcación se lamentaba, pero dominé la ira de las olas.
Por fin arribé a puerto seguro, en el muelle mucha gente me esperaba, vitoreando jubilosos mi llegada. El sol brillaba nuevamente, el mar estaba en calma, y aunque tiempo después se avecinaba otra tormenta amenazante, esta vez no tuve miedo, ya estaba en casa.
Roberto Soria - Iñaki
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