viernes, 25 de agosto de 2017

Tejedoras de esperanzas



         «Necedad…» Así le llaman algunos a la insistencia de dar sin recibir algo a cambio. —¡Eres un animal en peligro de extinción!— me grita desde el fondo del salón una de mis alumnas. La miro complacido.
La clase de hoy incluyó filosofía empresarial —profesor, ¿podríamos alargar la clase con usted hasta diciembre?— Se trata de Patricia, mujer que se convence en cada sesión de que la perseverancia trae consigo un premio. La miro sonriente. Ella entiende mi mirada, sabe que sería un placer continuar con la enseñanza pero…, ya no depende de mí.
Los cursos están por concluir. «Valió la pena.» Me digo… Los conocimientos transmitidos hacen gala de presencia. El grupo se lleva lo mejor de mí; el esfuerzo, mi cariño, la esperanza.
No, definitivamente no es fácil para muchos emprender el camino hacia la independencia, sobre todo en un país en donde la apuesta por la impunidad y la ignorancia se convierte en distintivo, agravando la pobreza extrema.
—¡¿Qué nos depara el destino, profesor?! ¡Si el puñetero gobierno nos ha sumergido en la mierda!— comentario lleno de impotencia de otra de las compañeras. Apunto con el índice mi sien derecha… «Piensa», digo para mis adentros.
—El cambio está en cada una de ustedes— el silencio envuelve al aula, mi voz retumba en la pizarra —el problema de nosotros es la compasión, rompamos paradigmas, la autosuficiencia las espera. No tengan temor al fracaso, un negocio bien estructurado suele traer recompensa—. Se quedan pensativas.
Qué difícil es romper esquemas de esclavitud. Aves encerradas en jaula abierta, mujeres temerosas de emprender el vuelo, acostumbradas al yugo patriarcal que las aqueja, maltratadas por lo menos…, psicológicamente.
«¡Una, con una que lo entienda me daré por bien servido!». Es lo que me digo al iniciar mis clases.
La jornada termina. Camino hacia la parada del transporte público. El autobús se detiene, ocupo uno de los asientos disponibles. Abrazo mi mochila, mi teléfono móvil suena. Se trata de una de mis alumnas… —¡Muchas gracias, profesor!— es un mensaje de texto, corto, acompañado de uno de esos emoticones sonrientes —¿por qué?— le pregunto de inmediato —porque por primera vez puedo valerme por mí misma.
Sonrío al tiempo que mi mente construye una frase… «Mujer, cuando aprendas a valorar el potencial que tienes, ese día, tu fuerza de voluntad habrá vencido.»


Roberto Soria - Iñaki

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